Estos sombríos días de salud atacada y tradición penitencial nos hacen asomar a modo de unión de cosas y seres -vivos o ya no- a lo que compone una trinidad destinada a conmemorar anualmente unas tradiciones, religiosa y mundana, juntas en el recuerdo de nuestros allegados difuntos.
La cultura y la devoción religiosa tienen reservado desde siempre espacios y voluntades respecto de querencias por sus antepasados. Una y otra, en alegría y en tristeza, han llenado calendarios y celebraciones con que cíclicamente recuerdan vivencias y rinden homenaje a personas ya desaparecidas que algo de bien pudieron suponerles en vida.
Se dice que ya los antiguos celtas y los primeros cristianos establecieron la costumbre de fijar tales ceremonias globales y participativas, independientemente de las reservadas a los momentos y personas concretas, bien en el día de su óbito o cuando se cumplían plazos del mismo.
Tales ceremonias podían ser oficios religiosos tanto en recintos eclesiales como en procesiones ciudadanas. Éstas eran llamadas “de los muertos” y, según origen y prácticas populares podían representar, con apoyo de figurantes, actos, músicas y cantares de tono festivo, que no solo silenciosas y tristes.
La misma costumbre nacida siglos atrás en países como Irlanda y Escocia y más tarde llevada a Norteamérica por sus emigrantes, puede ser el origen de la hoy internacionalmente celebrada Halloween (31.10/1.11) . Al parecer, este nombre deriva de supuestas contracciones gramaticales en idiomas ancestrales e interpretaciones lingüísticas variopintas hasta conformar el tal “palabro”
Convertido en emblema de encuentros y algarabías para todas las edades, donde la calabaza naranja y toda suerte de disfraces carnavalescos entroncados con la muerte y sus representantes, son motivo de fiesta y reunión, entre voluntario y comprometido -trato (dulce) o truco- que son la alegría del comercio y la banalidad más irreverente para esa fiesta de difuntos.
La Fiesta de Todos los Santos (1 noviembre) puede estimarse, para unos, como la cristianización de aquellas celebraciones laicas gaélicas con motivo del final de las tareas agrícolas o la bondad de sus cosechas. Para otros, se trataría de unificar la veneración de las personas fallecidas de alta estima de santidad que, no canonizadas, no encajan en el saturado santoral de nuestro calendario.
Cabe considerar que en esa misma fiesta se celebra la Comunión de los Santos o unión espiritual de todos los cristianos, vivos y muertos a modo de Iglesia (todos). O sea, la celebración comunitaria por excelencia de todo lo que significa y une la devoción, práctica y sublimación religiosas. Incluso como vigilia del siguiente Día de Difuntos (2.11) dedicado, dícese, a las ánimas purgantes, por quienes se encendían lamparillas y rezaban oraciones en sus terrenales lugares en aporte a su tránsito entre el Purgatorio y el Paraíso .
Algo tendrá que ver esa iluminación con la que se prende dentro de las calabazas ahuecadas y cómicamente decoradas como iconografía admitida mundialmente, que llena escaparates de tiendas y hasta sirve de clase práctica en el colegio. El trabajo escolar que llevarán los niños a sus casas, probablemente sin comprender su significado, pero si suponerles ser su juguete de Halloween.
Llegados aquí toca preguntarnos ¿qué queda de unas celebraciones religiosas con siglos de antigüedad que rindieron honor y recuerdo merecido por sus obras en vida a tantas generaciones de seres humanos de todas las culturas y de todos los confines?
Afortunadamente hay todavía resquicios prácticos. El principal es la visita a los Cementerios, una mezcla de costumbre social y compromiso anual debido a nuestros seres fallecidos. Todavía podrán verse, en algún lugar recóndito, lucir alguna velas delante de una fotografía , como llama de vivo recuerdo del ser querido. Aún quizás asistamos a una misa parroquial. O volvamos a ver, o leer, un año más el inmortal “Don Juan Tenorio”.
Pero nuestros santos y nuestros difuntos van perdiendo adeptos. Escasean los bautizos o se eligen nombres arreligiosos y no se celebran, por ende, onomásticas. Nos materializamos más y nos distanciamos mucho de la solidaridad humana que hacía santos. Se incineran los cuerpos con lo que se castran los camposantos. Nos vamos de puente largo, a disfrutar de la vida.
Estos días, probablemente, comeremos castañas y boniatos asados, también podremos degustar unos exquisitos panellets o los sabrosos huesos de santo. Y, seguro, veremos y oiremos la bulla de grupos juveniles disfrazados de brujas o de muertos vivientes, cantando viejas canciones de llamadas al miedo y lanzando risotadas de alegría y hasta comiéndose al final su “Ruperta”.
De nuevo acertado escrito, creo que hecho para reflexionar, felicidades
ResponderEliminarEs necesario hacer el duelo para superar una pérdida. No hay otra forma de hacerlo. Pero no debe ser el día a día porque no puedes avanzar y vivir si continuamente recuerdas L muerte. Por ello es tan importante contar con el día de Todos los Santos o el día de los Difuntos. Para poder 'centrar' el 'homenaje' aunque todos sepamos que siempre nos acompañan.
ResponderEliminarLas cosas, y las personas, cuando se 'pierden', no desaparecen; simplemente cambian de lugar.
Hay que saber bien dónde buscarlas para encontrarse con ellas. Y yo tengo claro dónde están y de dónde nunca se irán: en el corazón.
Pero siempre está bien 'rendirles' ese 'memorable reconocimiento' tangible tanton el 1 como el 2 de noviembre.
Un brindis por cada estrella que hay en el cielo.
Me uno a ti, en ese brindis
Eliminar👏👏👏👏👏👌
ResponderEliminarUna celebración como la de Todos los Santos me llena de recuerdos de otro tiempo, completamente diferente al actual. La noche de vigilia, en la que nos reuníamos la familia alrededor de la mesa, consumiendo los típicos panellets, castañas y boniatos asados al fuego en una paella previamente agujereada; todo ello regado con una copita de moscatel, que hacía resurgir el recuerdo de otras personas ya ausentes y animaba al diálogo, hasta que los abuelos se sentaban frente a la radio para escuchar la eterna versión de "Don Juan Tenorio".
ResponderEliminarAhora se impone la fiesta del "Halloween", importada desde América, igual que San Valentín para los enamorados, o cualquier otra costumbre derivada del visionado de alguna película extranjera.
Pero debo admitir que los tiempos cambian igual que las costumbres, y veo que los más jóvenes disfrutan y se han apropiado de estas celebraciones, dándoles un contenido más festivo, por lo cual sólo me queda adherirme a su alegría y comentarles lo que yo he vivido en el pasado.
Para mi la celebración de esta fiesta no la encuentro adecuada, solo participo del respeto del recuerdo de nuestros seres quweridos.
ResponderEliminarEs cierto que la vida va evolucionando y que la población con ella, pero entiendo que quizás se ha pasado de un recuerdo íntimo y profundo de los seres que ya no están a tu lado, a una fiesta a la que se suman personas las cuales nada tienen que ver con las que tu estás recordando, motivo por el que pienso es más impersonal. Pero, simplemente los tiempos cambian para todos y para todo. Por supuesto no voy a ser yo quien se quede atrás, todo lo contrario, pues acepto y respeto el sentir de cada persona, así como que cada cual lo celebre como desee. Por lo tanto FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS, y gracias una vez más por tu escrito. Mary Carmen.
ResponderEliminarInteresante reflexión. Es una lastima que nos vamos dejando influenciar por costumbres venidas de fuera en detrimento de las propias tradiciones. Me refiero al Truco o trato, en lugar de las castañas. Pero así funciona el mundo de hoy. 😪
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