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¡Ayuda!


Nunca hasta ahora, o así quiero creer, se ha usado tanto esta significativa palabra. Bonita también, por lo que representa como mensaje y recurso humanitarios. Debilidad, en búsqueda de reparar una necesidad con una altruista solución. 


Ayudar es cooperar y es socorrer. Prestar ayuda es dar amparo por algo o para alguien necesitado de ser asistido. La ayuda que yo priorizo es aquella que se presta para aliviar al que no le responden sus esperanzas.


Y pedir ayuda pudiera ser gastar la última prueba de un pundonor; el recurso final a restituir una carencia vital sobrevenida, una salida a la desesperación.


En tiempos que ahora corren veloces, todo que los días duran lo mismo de siempre, lo de pedir ayuda se ha pluralizado y banalizado hasta el extremo de ser considerado como un recurso imprescindible de mejor sobrevivencia. Pienso, para disfrazar la capacidad de hacerlo naturalmente.


Sí, porque el común actor humano de esta moderna sociedad aspirante al disfrute de una vida intensa y feliz, donde la meta deseada es conseguirlo pronto y no quedarse atrás en el gozo de todo lo que nos llega, estima que un posible determinante para ello debe ser “las ayudas”. 


Es bastante repetido, que personas solas o sus agrupaciones profesionales, ciudadanas o corporativas, recurran y hagan ruido reivindicando esa tal mejora, o solucionar aquél desquiciado servicio público, para que sean resueltos con ayudas públicas.


O bien, los propios políticos, cuya responsabilidad es gestionar honesta y hábilmente los recursos legales que tienen atribuidos para financiar esta vapuleada “sociedad del bienestar” que nos hemos dado, recurren a otorgar ayudas, sacando de donde nos costará sangre, el dinero para satisfacerlas.


Pero eso parece estar bien, y si no para qué esta Papá Estado más que para ayudarme a conseguir el favor en tener lo que merecemos; pues yo y los demás somos los que importamos. Lo de donde venga, solo es cosa de otros.


Y ¿por qué haber trabas como el esfuerzo y el sacrificio tengan que ser las bases de conducta y responsabilidad personales ante la prosperidad individual y la cooperación social? No, no, lo óptimo es la disponibilidad  para todos.


Además, no puede exigirse como antes que el mérito ganado sea lo que posibilite el ascenso y mejora de mi calidad de vida. Y, sobre todo, porqué debo renunciar a un mejor ocio y mayor descanso. Ya trabajaron más otros anteriormente.


Hemos pasado queriendo vivir mejor en un sentido global, de una menor entrega al vigor de ánimo para obtener los premios a lo sobresaliente, a una conformidad de esfuerzo relativo y buscar el complemento de la ayuda.


No dejaré de tener en cuenta que tengo a mi alrededor muchas muestras de logros personales en curso y desarrollo -los consolidados no entran aquí ahora- con claras metas importantes de superación. Y si he generalizado hasta aquí, es debido a tener una impresión bien asumida de esa machaca social de “las ayudas” como algo impropio de una comunidad integral en su conjunto.


Y creo que las ayudas que deben existir, las becas que necesitamos se otorguen, las subvenciones que merecen destinarse a proyectos de interés nacional, estratégico o de oportunidad de desarrollo, han de promoverse con decisión y justificarse en el mérito, la investigación, el desarrollo y nunca en favoritismos, además de ser supervisadas y evaluadas pragmáticamente.


Vuelvo a los políticos, ya que, por oficio, están llamados a aguantar las críticas por lo que no hacen, o lo hacen mal, y a no ser reelegidos en castigo de su incompetencia o falta de sensibilidad hacia sus votantes, por haberles fallado. Y digo también que, por prometer ayudas para corregir incontinencias y no cumplirlas, debieran ser causa automática de dimisión. 


Por cierto ¿qué me dicen de esas ayudas a la nada justificada, al amiguismo de turno, a los problemas de otros lares, a corporaciones sindicales, políticas, gremiales, culturales de mínimos, proyectos ilusorios y otros subterfugios? ¿Acaso es nuestro deber sostener lo que otros deben resolver con sus medios por sus convicciones? 


Deseo hayan vuelto bien de sus vacaciones y no necesiten ayudas para un malavenido síndrome post vacacional.

Comentarios

  1. La ayuda, como instrumento necesario en favorecer a una persona en un momento de fragilidad, tanto a nivel económico como moral, encuentro que es beneficiosa tanto para quien la recibe, como al que la proporciona. Ahora bien, también es necesario conocer los motivos por los que se ha llegado al extremo de solicitarla a fin de poder juzgar la conveniencia de otorgarla. No es lo mismo ayudar en lo posible a una familia que precisa ayuda moral y material por encontrarse en un periodo de crisis debido a una enfermedad, que participar en la ayuda para obtener una beca a un mal estudiante que repite cada curso.
    En cuanto al Estado, creo que su obligación es cumplir escrupulosamente con los presupuestos aprobados en sus correspondientes órganos decisorios, sin que exista el mínimo desvío por motivos de favoritismo, lucro personal, negligencia u otros motivos que no sean necesidades perentorias de tipo de catástrofe nacional.
    Coincido contigo en cuanto al comportamiento de algunos estamentos sociales, que muestran una magnanimidad alarmante en cuanto a la administración de un patrimonio que es de todos los contribuyentes, sin que se expongan a rendir las debidas explicaciones.
    Buen retorno después de unas merecidas vacaciones.

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  2. Pues, nada, que me he quedado sin palabras porque las habeis dicho todas .Solo se me ocurren dos:
    Una és ayuda
    La otra, abuso.

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  3. Hoy en día se nos llena la boca con la ayuda social, las ong, fundaciones y colaboraciones benéficas. Yo creo que este tema debería tratarse mucho antes, en la etapa de crecimiento en colegios y principalmente en casa, haciendo ver que no somos el centro del universo que hay más personas en él. El yo, me, mi, conmigo, ni para campana publicitaria.
    Solo tienes que prestar atención a la circulación, en la calle, en el supermercado, en el cine, solo importamos nosotros. Si se educa también pensando en los demás (mi madre me decía que lo que no me gustaría para mí, no lo hiciera a los demás)(y me lo repetía con frecuencia), de mayor sale más fácil ayudar a los necesitados.

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  4. Necesito ayuda para no sentirme mal cuando no ayudo a alguien que me pide ayuda... y no tengo claro si la necesita realmente; si le doy mi ayuda puntual es empeorar las cosas y no solucionar nada; o si soy mala persona por no ofrecerle alguna otra alternativa.
    Necesito ayuda para ayudar a que no necesitemos tanto ni ser ayudados ni proporcionar ayudas.
    Necesito ayuda para hacer comprender y compartir que si hacemos las cosas mejor, tendremos que ayudar menos y nos tendrán que ayudar menos también.
    Por lo pronto, tu escrito sirve de ayuda para poner esta cuestión sobre la mesa y pone de relieve que necesitamos ayuda para resolverla.

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  5. Ayudar, bonita palabra cargada de significado y humanidad.
    Ayudamos por autocomplacencia más que por empatía o solidaridad ?
    No queda muy claro…
    La ayuda creo que ha ser expontánea , generosa,no impuesta y mucho menos exigida .
    Como en todo ,hay abusos y resulta muy cómoda la ayuda de “Papá Estado” u otras instancias que solucionan la vida a muchas personas y se convierten en una práctica gratuita y poco valorada.
    Ayudar sí, aprovecharse y abusar ,no.
    Una especie que también abunda, la de los aprovechados.
    Y acordémonos que ser agradecido , es de bien nacido.

    Montse Casas

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