Disculpen mi título tan poco académico. Quiero referirme a andar por las calles sorteando barandillas, bolardos y vallas varias, a modo de obstáculos verticales urbanos que delimitan el tránsito de los peatones, dicen que para impedir el aparcamiento de coches en calles estrechas y protegernos del tráfico.
Otra nueva faceta en cuanto a que los viandantes anden mejor, más anchos y seguros, se está imponiendo a costa de estrechar calzadas, creando a veces falsos e innecesarios espacios peatonales, aunque se dificulten servicios rodantes necesarios.
Se trata de intentar conciliar el despiadado incremento del movimiento urbano a cuatro ruedas que, aún pudiendo ser reducible para personas, resulta imprescindible para llevarles cosas. Eso si, cuentan con que se podrá salvaguardar la movilidad humana y, de paso, ayudar a corregir el manido y temido cambio climático.
Otro dilema es el efecto, incorregible por el momento -espero- de la circulación de los con dos ruedas. Esta nueva clase de circulación callejera de variopinta modalidad y escasa -o nula- regulación y supervisión municipal, que va sumando víctimas y arrollando espacios sean reservados especialmente o “driblando” peatones.
Tenemos también en nuestras plazas y avenidas un nuevo mobiliario urbano, las macetas y los bloques de cemento que, llamados asimismo bolardos, han sido instalados para disuadir a terroristas y depredadores varios que asaltan motorizados.
En fechas de ofertas de Rebajas y aún sin ellas en algunos establecimientos comerciales, desde la aplicación de prevenciones por el Covid-19, nos colocan para acceder a sus puertas unas cintas balizadoras, a semejanza de los pasillos de acceso a los controles aeroportuarios, estaciones de tren y eventos deportivos.
Esto me recuerda un viaje familiar de hace muchos años a los EE.UU. cuya etapa principal fue el Parque Disney de Orlando, donde tuve la primera experiencia de andar entre cintas. Me gustó la idea que tuvieron de ordenar así el acceso a las atracciones, pues servía para que la fila estuviese en movimiento, se evitaba la impaciente espera y el incómodo apelotonamiento del personal ante la entrada.
Además, tenían colocados monitores en cada cambio o esquina de carril, que permitían ir siguiendo un reportaje de como estabular un rebaño de reses, tras su salida de los vagones en que se habían transportado. O sea, caminábamos en la cola entretenidos.
Claro, no pude evitar pensar en cómo se estaba produciendo una similitud de moverte andando entre balizas de tela y pequeños postes a igualdad de cómo lo hacían los terneros, entre empalizadas de madera que formaban los pasillos de acceso a sus corrales.
Y de ahí a lo del encarrilamiento de nuestros andares urbanos. Total que me cuesta poco asociarlo con nuestra globalidad actual y su más difícil movilidad callejera para humanos en pie o motorizados y, sobre todo, avenirnos entre movernos en libertad y la necesidad de hacerlo en filas.
Si me apuro un poco más, entiendo que es conveniente ser ordenados para evitar conductas de los que sortean egoístamente las normas y los tiempos debidos en el recorrer diario, si bien al acostumbrarnos nos daremos menos cuenta que también nos están dirigiendo; que precisamos vivir e ir por caminos marcados.
Entonces ¿peligra ese sentimiento gozoso de libertad dichosamente estimada como el segundo derecho del ser humano, después del primero relativo al de la vida? Probablemente no pero, por si acaso, ¡no se salga Ud. del carril!
Como siempre extraordinario
ResponderEliminarEntiendo que este comentario va dirigido a las innovaciones introducidas por el Ayuntamiento de Barcelona, a partir del año 2020, inicialmente pensadas para compensar el bajo rendimiento económico de bares y restaurantes ante la pandemia del COVID-19 y que ya han quedado para la eternidad. También podemos sumar a este hecho, las calles peatonales con sus interesantes mezclas de colores, los jardines urbanos en super islas peatonales, ejes verdes y plazas en su confluencia, etc.. Aún más si se han iniciado obras de gran calado, como el tranvía a través de la Diagonal, cuya propuesta ya fué votada y denegada por los ciudadanos en su momento; o la supresión de carriles en las principales vias de circulación, como en la calle Aragón.
ResponderEliminarSi todo este conjunto de despropósitos redundara en beneficio del ciudadano a pié, todavía conservaría un halo de progreso, pero compruebo que cada día es más difícil pasear tranquilamente sin que te veas sorprendido por algún vehículo movido por tracción animal o mecánica, que te amargue el día.
Creo que ante la obligación de circular por el carril marcado que mencionas, debería imponerse un plan pensado y desarrollado por personas instruídas en Urbanismo, que ofreciera soluciones acordes con el modelo de ciudad que hemos heredado, y del que, hasta ahora, hemos estado satisfechos la mayoría de ciudadanos. Aunque sólo sea para conservar la ilusión de la libertad.
Feliz día y como siempre tbuen y escrito y acertado desde mi punto de vista
ResponderEliminarEl problema es que no se tiene consciencia de la capacidad del espacio público. Buen artículo!!!
ResponderEliminarComo en todo, hay modas .
ResponderEliminarLo que se lleva ahora son los colorines, supresión de carriles, islas peatonales, restringir el tránsito rodado de vehículos, encarecer y suprimir las escasas o nulas zonas de aparcamiento ,etc
Por ya no mencionar las inexistentes zonas libres de aparcamiento.
Si todo ello contribuyese a crear una ciudad más acogedora, libre, humana,planificada y límpia , no me
importaría.
Como ciudadana de a pié,sinceramente, no tengo esta sensación cuando paseo por las calles de mi querida Barcelona, ni cada vez que piso la calle o saco el coche del parking.Me hacen falta ojos para ir salteando obstáculos.
Menos innovaciones y más invertir en limpieza, seguridad, y ajardinamiento.
La estética urbanística debe ser cuidada, sin duda, pero sin descuidar lo fundamental.
Montse Casas
ResponderEliminarMe gusta.
ResponderEliminarAñadamos que, también en ese período de cambios, teóricamente hacia mejor, debe pensarse en aquellos que tienen otras necesidades o características y, si antes de todo este levantamiento, ya lo tenían difícil, ¡imaginemos cómo lo tienen en este momento! Personas en sillas de ruedas, con movilidad reducidad, visión u oído, problemas de orientación, etc. También hay que tener en cuenta a todas esas personas que tienen otra realidad diaria y para que la dificultad habitual se convierte ahora en una dificultad mayor. Confiemos en que todo sea para mejor pero ¿tal vez antes de actuar haya que pensar en cómo desarrollar ese 'momento'? Y, por favor: el que venga después, que se lo piense antes de deshacer lo hecho, sobre todo porque no le dará tiempo antes de ser sustituido y porque además volverá a hacerlo con nuestro dinero.
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