De vez en cuando, sobre todo cuando soy testigo de una escena o evento donde la compostura cívica está alterada, me viene a la memoria el recurso fácil de la cultura cristiana respecto de las virtudes.
Todas, cardinales, ya enunciadas por Platón y posteriormente adoptadas por el cristianismo y otras religiones, cuando de tratar sobre la moral se ocupan, y teologales, esa medicina espiritual para el alivio de la vida terrenal con sus contrariedades, merecen tenerse muy en consideración.
Y de esas otras siete más, las capitales, cuya práctica presupone corregir a sus homónimos “pecados”, que tanto envilecen las conductas desordenadas de los hombres.
De esas catorce maravillas disponibles para un ejercicio moral deseable -y hay algunas más- debiéramos todos, creyentes religiosos o respetables agnósticos, gente de bien o arrepentidos de actos impropios, sentirnos obligarnos a ejercitarlas.
Fue a principios de este verano, durante un encuentro de nuestro primer conjunto nacional de fútbol en el campeonato europeo de selecciones, al apreciar la respuesta moderada, ordenada y “templada” a las avalanchas febriles de sus competidores, que atribuí sus buenos resultados a esta virtud singular -la Templanza-, por la ponderada eficacia del equipo.
Leo ahora, por ejemplo, que se conocen otras cinco virtudes, dichas “esenciales”, que son: humildad, honestidad, amor, pasión y valentía. Y me encajan, en buena parte también, en la actitud de nuestros futbolistas de aquel día.
Me propuse saber más de la templanza; de su alcance social. He encontrado un mar de excelencias; una maravilla de valores, un sinfín de exquisitas definiciones y muchas referencias positivas.
Así, el Movimiento Social internacional Contra el Consumo de bebidas alcohólicas. Una ONG denominada Unión Femenina Cristiana por la Templanza. Una magnífica arquitectura en la Fuente de la Templanza, de Chapultepec (México).
O una obra literaria de nuestra excelsa María Dueñas, autora premiada y traducida a muchos idiomas, algunas seriadas en TV. Y una Entidad de Población de la Parroquia de Santaballa, en Lugo. Hasta el Tarot la incluye entre sus cartas; la 14.
Pero dicho esto y sabido por el DRAE que templanza significa moderación, sobriedad y continencia, y que la virtud cardinal cristiana consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón, me permito clamar por “un cuarto y mitad” de esta virtud de ahora en adelante.
Para paliar y por impedir, o reducir siquiera, ese descalabro acelerado de comportamientos con precipitación, escasos de reflexión, de cantidad de seres humanos, especialmente relevantes en la política, en la gestión económica, en la información pública, empoderados -en negativo- de soberbia e ira, que nos está llevando a una crisis moral colectiva.
Por reducir al mínimo límite el uso de la falsedad, del equívoco voluntario, del sentimiento de vergüenza ajena, de la causa odiosa buscada para el desprecio, del insulto, de la defensa ilógica e imposible de los errores y las malicias públicas y privadas. Y derrotar al bulo, la confusión y la ofensa personal, todos dañinos.
Este y no otro debería ser nuestro compromiso con los otros, los demás que somos todos, los administrados y los jefes del cotarro nacional, europeo y mundial, donde lo deseado es lo fácil, rápido, nuevo y gratuito y lo recibido es el engaño, la injusta fiscalidad, el desprecio político al ciudadano y la ruina natural de la especie y su hábitat.
Ante la indigencia moral y el poco dispuesto propósito de enmienda social, tomemos una dosis de templanza, una pizca cada día, cara un prometedor “temple” colectivo.
Excelentes reflexiones, Joaquín. Felicidades
ResponderEliminarGracias Antonio, tú que me aprecias.
EliminarComo siempre. Magnífico.Con una visión extraordinaria.Gracias por tenerme en cuenta
ResponderEliminarMe encantaría saber quién eres. Es evidente que te tengo en cuenta, pero necesito pongas nombre a tus comentarios, bastará poner tu nombre a modo de firma al final de lo que escribas. Lo que sí sé es que sueles comentarme siempre y te lo agradezco muy sinceramente.
EliminarMuchas gracias Joaquin,como siempre pensamientos muy edificadores un abrazo desde México. Sergio Palma
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Sergio. ¡Que bueno que me dejes esos bonitos comentarios siempre! Fuerte abrazo.
EliminarEstupenda rentrée Joaquín. Espero que hayas recargado bien las pilas este verano, para poder disfrutar de tus medidos y diversos comentarios.
ResponderEliminarUn abrazo. Rafa
¡Que grande, Rafa, amigo, compañero, vecino y lector fiel; como me abrumas!
EliminarHola Joaquín, veo con satisfacción la renovación de tus comentarios después del periodo estival. Comienzas con otro tema moral como es la templanza, tanto atribuible individualmente a las personas como en conjunto a la sociedad en la que vivimos.
EliminarMe adhiero totalmente a tus deseos de reflexión sobre la necesidad de practicarla, tanto a nivel personal como integrante de una sociedad que, tomando como modelo una serie de energúmenos que hacen de la mentira y la sandez su razón de existir, quieren arrastrarnos hacia un futuro incierto, abocado a su total destrucción tanto moral como cívica.
Creo recordar la definición que, en mi infancia, ofrecía una enciclopedia escolar: "La Templanza es la moderación en el comer, el beber, y en el juzgar a los hombres".
Simple y escueta.
Un abrazo.
Efectivamente, Enric, conozco esa definición escolar y la encontré también entre las muchas que hallé en mi búsqueda de apoyo a la escritura. Y gracias por tus siempre cumplidos apoyos y estupenda amistad.
EliminarCon templanza dejo mi breve comentario respecto a tu escrito, para que no se malinterprete o se interprete que mi opinión pueda tener relación directa con nuestro parentesco. Y sólo me remitiré al inicio prácticamente del texto: sólo con un/a buen/a director/a de orquesta (jefe/a, gobernador/a, mandamás, en definitiva, entrenador en el caso que explicas -selección española de fútbol-); sólo con alguien que predique con el ejemplo y así lo transmita e inculque, es posible conseguir cualquier cosa a través de la templanza, la humildad, la valentía, la honestidad, el amor y la pasión.
ResponderEliminarUn tema, el de las virtudes, amplio y de fondo.
ResponderEliminarSi nos remontamos a la Grecia clásica, ya los filósofos de entonces, se lo planteaban.
Hablaban de “areté”, la virtud por excelencia.
Sócrates, Platón, Aristóles, los estoicos…
Todos pretendían alcanzar “al hombre virtuoso” con sus variantes y matices. En definitiva, la mejor versión de uno mismo, del ser humano.
Un equilibrio de aprendizaje,práctica y sabiduría .
“Actúa bien y serás feliz”.
Con tu artículo, un buen pretexto para repasar nuestros cimientos filosóficos que tanta sabiduría guardan .
Montse Casas