¿Para qué tanta respetada comprensión, ¿Para qué tanta confianza depositada? ¿Para qué tanta presunción estimada? ¿Para quién la perra gorda? Viene a mi recuerdo en estos tristes días, las múltiples veces y a los lugares remotos, y hasta recónditos, donde nuestros profesionales de la seguridad y rescate, vienen acudiendo de siempre a la primera llamada de auxilio salvador. Allá donde nuestra sensibilidad tradicional para con las desgracias humanas, los españoles llevan su genética humanidad; allí donde la vida y las cosas de comer de sus semejantes están en peligro por indefensión ante los empates de la naturaleza, de acá acuden los nuestros. Qué estupendos y ejemplares nuestros compatriotas, con sus equipos materiales, sus perros, sus dotaciones profesionales y su desinterés personal. Qué magnífica demostración de solidaridad, qué muestra silenciosa de caridad, qué dignidad de pabellón nacional en pechos y hombreras. Cuántas gracias merecidas. Y hete aquí que en propia casa, en nu
Antes de decidirme a escribir lo que seguirá, quise plantearme la validez de coincidencias que, entre los valores aplicables a una determinada conducta personal, son adjetivados o denominados como de soberbia y orgullo , y pulsar su confusión, sinonimia o especificación, durante el uso coloquial común. Por ejemplo, si nos dicen que una persona tiene un comportamiento soberbio, normalmente estamos entendiendo que se califica así a alguien que actúa con cierta vanidad, que se jacta de su valer o ser ante los demás. Pero si de otra persona nos explican la calidad, oportunidad o valor de algo meritorio propio de su hacer y lo catalogan como un soberbio trabajo, estamos aceptando que se le honra con esa expresión. Si un determinado personaje, al explicarnos sus logros profesionales, personaliza en si mismo los éxitos de la empresa, pone por delante su aportación directa al positivo resultado o hace referencia a su preparación y listeza al efecto, lo tildaremos de orgulloso . Por el co