Ayer fue pasado, mañana no sabemos si habrá futuro y hoy estamos vivos, así que vamos a sacarle provecho a lo importante, al presente. Esta frase, u otra parecida, viene repitiéndose como cantinela popular cada vez de forma más recurrente.
Los ciclos, hoy en día más cortos de progresión de todo lo conocido y de lo intuido por venir, tanto respecto de la materia y su transformación, como de las ideas y su implementación, modifican sustancialmente nuestras vidas con sus ventajas y sus dependencias.
No cabe hablar de retrocesos. No se contempla normalmente volver al pasado, aunque nos caiga bien y haya podido ser placentero en lo personal o meritorio y compatible con la modernidad. Para eso ya está el buen pasado y la fama.
A menudo, ahora, nos olvidamos de la Historia. Las formas de vida y los gustos de antes suena a viejo, a tiempo de apuros, desprecios, injusticias y calamidades. Lo de otros tiempos mejores, si lo fueron, se transforma en utopía.
Como mucho, cuando esas situaciones nos son recordadas por hemerotecas, álbumes familiares, reproducciones de audio-video y proyecciones cinematográficas “de época”, nos causan una sonrisa y un comentario jocoso.
Si recordamos vivencias favorables a nuestro devenir personal ascendente, a nuestros logros de desarrollo intelectual y profesional y al disfrute conseguido de una supervivencia regulada en positivo, nos enorgullece ese pasado propio, al tiempo que se pueden tener sensaciones agridulces comparando con el presente.
No es cierto que el pasado fue mejor, así en general, y que tampoco todos los “tiempos” anteriores tuvieron carencias fundamentales para llevar una vida acorde con su época. Eso sí, siempre hubo, y seguirán, diferencias notorias entre las gentes y sus características grupales.
Hay un tiempo de la vida del ser humano, normalmente divisible a partir que se alcanza una edad ya madura y aparece la expectativa de la longevidad, potencial e indeterminable, en que el individuo común se pregunta, según su propia propensión al término de la vida, el qué y cómo de seguir adelante.
Es en algunos momentos de salud muy delicada, flaqueza de ingresos, sentidas desgracias de personas próximas, incomprensiones de conductas que se estiman inmerecidas, cuando el común de los mortales se plantea, sin desearse una respuesta objetiva, si su vida va a cambiar de rumbo incierto y cuál ha de ser la forma de afrontarlo.
Pero no estamos ante algo medible, ni predecible en el tiempo próximo, aunque la probabilidad, sin estar regulada sí existe, pueda darse en un plazo asumido naturalmente y que nos gusta referenciar según la estadística vital.
Se dan, no obstante, avisos directos que se van ampliando en la misma razón del paso del tiempo, el nuestro y el de los que son como nosotros, en términos de supervivencia esperable.
Hay unos momentos, después de haber sabido que un ser querido, un personaje relevante u otra admirada persona cercana ha fallecido que, el deudo doliente, coetáneo al caso, siente una natural proximidad a ese destino.
Por ventura, la realidad existencial humana, el pasaje diario por la vida de cada cual, se impone en el ánimo de persistir en aquello que creemos significa y justifica nuestra presencia en la Tierra, y seguimos apostando por su continuidad.
La circunstancia de la salud de cada uno, primero, y la calidad controlada del modo de vida, cada día más y mejor practicada, van a condicionar mucho la duración de nuestra existencia. Sin olvidarnos de la genética y la suerte propias.
Se tenga fe, indiferencia o cualquiera otra convicción sobre la vida futura, que no del futuro terrenal, que es limitada por naturaleza, lo normal es que nos preocupe su final. O sea, irnos, dejar de estar entre los mortales aún vivientes.
Entonces, si el longevo quiere sentirse en forma y seguir participando, siquiera como espectador interesado, de los avances que se irán produciendo, para ser parte activa de la comunidad, desde una actitud pasiva pero consciente, lo importante es no conformarse y, de ser necesario, combatir el inexpresivo ostracismo de quienes renuncian a lo bueno, a vivir intensamente hasta el final.
Comparto plenamente tu resumen del último párrafo.
ResponderEliminarBrillante artículo, una vez más, Joaquín.
Estupendo Joaquin llevamos el próximo futuro con ilusión y con paz
ResponderEliminarEfectivamente respirar la perdida de la vida de alguien muy cercano te hace replantearte muchas cosas. Cuando pretendemos hacer un balance, creo que somos lo que hemos vivido con nuestros aciertos y sobretodo con Los errores. Gracias Joaquin
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu exposición. Hay que vivir el presente y valorar positivamente nuestro día a dia
ResponderEliminarPuedo distinguir en tu interesante artículo tres orientaciones dentro del mismo tema: el pasado, sobre el que ya hemos perdido el dominio; el presente, sobre el cual estamos inmersos; y el futuro, con el inexorable final al que todo ser está sometido.
ResponderEliminarEl pasado ya es historia y tenemos que admitirlo en todas sus consecuencias, agradables o frustrantes. El futuro, a nuestra edad, ya lo tenemos asumido sólo con contemplar el desenlace vital de nuestro entorno más próximo y querido. Creo que únicamente nos queda el presente, para tratar de concienciarnos y disfrutar de la vida que nos ha sido concedida, en plena armonía entre nuestras posibilidades y el mundo tan maravilloso al que tenemos acceso, tal como comentas en tu escrito, intensamente y con alegría.
Abrazos.
Muy bien. Muy acertado. Y coincide con las reflexiones que últimamente me vienen rondando.
ResponderEliminarHay telepatía?
Muy acertado todo!!!
ResponderEliminarMuchas felicidades, Joaquín !! Cuanta verdad y que bien dicha.
ResponderEliminarPasado, presente y fúturo.
ResponderEliminarHe aquí los tres estadios que marcan el devenir de la vida.
Ni mejores, ni peores; distintos e impredicibles.
Aprendemos,maduramos,crecemos,descubrimos, nos equivocamos…
Del pasado y del presente ,podemos opinar con conocimiento .El futuro está por ver, pero sí que tenemos la capacidad de prepararlo y no descuidarlo.
Que el tiempo vuela, ya tenemos consciencia de ello y más en la madurez.
Como si la percepción fuese a otro ritmo más veloz.
De tu artículo, me quedo con la conclusión “vivir intensamente hasta el final”.
Acertada reflexión y yo añadiría, sì me lo permites, que cuando nos llegue la hora, sea con los deberes hechos y con la convicción de haber vivido plenamente.
Montse Casas
Acabo de darme cuenta de que el futuro se me ha escapado convirtiéndose en presente y este, hace un segundo, en pasado... Así que estoy sonriendo mientras escribo estas líneas para que me dure en los tres estadios, de tal forma que pueda mirar atrás, seguir escribiendo y leerlo después y seguir sonriendo. La actitud es lo que cuenta, siempre.
ResponderEliminarJoaquín, como siempre tan interesantes tus escritos.
ResponderEliminarUn abrazo
Paquita.