Ir al contenido principal

En busca de la ilusión


A menudo, me planteo si referirnos a temas y acontecimientos que mayoritariamente son considerados poco favorables y hasta negativos para el común de los humanos, es consecuente y ayuda a la sensibilidad social, o no.


El deseo y la suerte de cada cual están para presumir lo ideal de cada uno, y tentarlo cabe en cualquier apuesta que queramos hacernos respecto de conseguir algo.


La suma de propósitos positivos de una colectividad requiere la comunión de su apetencia con la disposición a obtenerlo. Tal compromiso, no siempre ve la luz, sin embargo, cuando ocurre, significa un hito memorable realizado.


He escrito alguna vez que las buenas noticias son escasas de aparecer y, contrariamente, parece que nos tengamos que desayunar con los acontecimientos perniciosos. 


Como si necesitásemos que nuestro ánimo requiera una infusión suave de cicuta para estar al día de lo que pasa, aunque al mismo tiempo suframos moralmente con sus consecuencias.


Ciertamente que las normas de vivir que nos hemos dado, con el objetivo de hacerlo de manera feliz, siendo bien consideradas y resultando buenas, ni son iguales ni conforman a todos.


¿Qué podemos hacer para escaparnos de los aconteceres que disgustan, para mejorar la convivencia y para superarnos individualmente? 


G. K. Chesterton decía “hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”


Y así es. La ilusión es esperanza, es alegría, reporta felicidad, no cuesta nada -o muy poco- y tiene un alto valor de empatía. Es un sueño, un motor de aceleración activa. 


No es sustancial, es verdad, pero tampoco banal, pues por eso nos decimos que “de ilusión también se vive”.


Tener ilusión es creer en algo, o en alguien. Es desear llegar a algún  lugar o alcanzar una meta. Puede ser estar bien, mejor o sentirlo. Y también tener, disponer de méritos, cosas y reconocimientos.


Solemos decirnos que la vida hay que llevarla con ilusión, nos felicitamos entre nosotros porque nos pone contentos reencontrarnos, o vemos con ilusión recibir favores ajenos. 


Imaginamos con ilusión beneficiarnos de un sorteo. Acariciamos ilusionadamente conseguir ese empleo, o esa promoción profesional. ¡No digamos la ilusión que nos hacen ser queridos!


La ilusión es infantil por naturaleza. Los niños son un ejemplo colectivo de la suma de ilusiones que son capaces de sentir y disfrutar ante cada uno de los descubrimientos que tienen al crecer.


Es muy común que el anciano, que se queja de sus achaques porque limitan algo su largo recorrido vital, sigan teniendo ilusión por seguir viviendo. Incluso teniendo dolores crónicos, se ilusionan en redimirlos de la mejor manera posible.


Naturalmente que la ilusión tiene flaquezas y hasta derrumbes. La fatalidad, la apatía, el fracaso temporal, el mal sueño. La incomprensión. La desilusión, nos devuelve a la humilde realidad.


Pienso que sueño y realidad pueden asociarse para tener una vida mejor. Por ejemplo ¿qué tal si nos apuntamos a desarrollar alguna  de las siguientes ideas? 

  1. Conócete a ti mismo y tus recursos, siendo realista.
  2. Empéñate en objetivos posibles, no pretendas imposibles.
  3. Revisa tu presente y valora la pena de esforzarse en mejorarlo.
  4. Fíjate un compromiso y emociónate con lograrlo.
  5. Aprende y corrige del fracaso. Vuélvete a ilusionar. Cree en ti.

Comentarios

  1. Como siempre extraordinario,todos a nuestra edad tenemos ilusiones.gracias

    ResponderEliminar
  2. NUNCA debemos perder la ilusión y siempre tenemos que luchar por nuestros anhelos, respetando a los demás
    Abrazos Joaquín

    ResponderEliminar
  3. Creo que la ilusión es la esencia de la vida. Una existencia que haya transcurrido sin experimentar ilusión para alcanzar algún objetivo o lograr algún bien, tanto material como personal, no lo creo posible. La ilusión por tener un juguete, de niños; acceder a unos estudios, de jovenes; obtener un empleo de adultos; sobrevivir a una enfermedad, gozar de hijos y nietos; etc. Siempre perseguimos alguna ilusión. Sin ella la vida sería plana, oscura.
    De todas maneras, nuestras ilusiones pueden diferir, en muchos casos, de las del resto de los componentes de una comunidad, llegando a ser contrarias si se fundamentan en temas de índole política o económica.
    Me adhiero a tu planteamiento de desarrollar uno de los cinco puntos que señalas para conseguir una vida mejor, porqué la edad no es un impedimento y debe prevalecer siempre un poso de ilusión en nuestra existencia.

    ResponderEliminar
  4. Qué sería de nuestras vidas sin tener ilusiones?
    Ilusión por alcanzar algún logro personal, superar una prueba,por ver a alguien, por introducir una mejora en nuestro entorno, organizar un viaje, quedar con amigo/a que hace tiempo que no vemos,una comida familiar, superar un curso,un encuentro inesperado, un regalo , un simple detalle,velada de teatro, un buen concierto,compartir una afición, una carta, una llamada telefónica, una sorpresa, un proyecto que avanza, un resultado médico, un encuentro…
    La lista podría ser interminable y cambiante según la etapa de nuestras vidas.
    Las ilusiones, sí compartidas o recíprocas doblemente estimulantes y valoradas.
    Bienvenidas ilusiones que nos alegran el día y dan sentido al arte de vivir.
    Mantengamos vivo el niño o niña que un día fuimos para no dejar escapar la ilusión

    Montse Casas

    ResponderEliminar
  5. Levantarse con ilusión hace que el día, por fuerza, sea mejor. Es algo que no hay que perder, aunque a veces pueda parecer difícil tener 'alguna' por las circunstancias de cada cuál. Pero, sin duda, doy por cierto el dicho de que "la ilusión mueve montañas". ¡Cuántas cosas inimaginables se consiguen con ilusión! No menospreciemos nunca el poder de la ilusión. ¡Nos mantiene vivos, activos y nos hace mejores!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario

Entradas populares de este blog

¡Ayuda!

Nunca hasta ahora, o así quiero creer, se ha usado tanto esta significativa palabra. Bonita también, por lo que representa como mensaje y recurso humanitarios. Debilidad, en búsqueda de reparar una necesidad con una altruista solución.   Ayudar es cooperar y es socorrer. Prestar ayuda es dar amparo por algo o para alguien necesitado de ser asistido. La ayuda que yo priorizo es aquella que se presta para aliviar al que no le responden sus esperanzas. Y pedir ayuda pudiera ser gastar la última prueba de un pundonor; el recurso final a restituir una carencia vital sobrevenida, una salida a la desesperación. En tiempos que ahora corren veloces, todo que los días duran lo mismo de siempre, lo de pedir ayuda se ha pluralizado y banalizado hasta el extremo de ser considerado como un recurso imprescindible de mejor sobrevivencia. Pienso, para disfrazar la capacidad de hacerlo naturalmente. Sí, porque el común actor humano de esta moderna sociedad aspirante al disfrute de una vida intensa y...

Costumbres

Bonito vocablo, potente, emotivo, legítimo, recurrente y de remate. Y, como no, ambivalente, o sea, humanístico.   Algo que se califique así engrandece al tiempo, estimado en todos sus momentos. Una opción para resolver, para justificar y para comprender. Una referencia para culminar una voluntad alejada de argumentos subjetivos enfrentados. Un poder disuasorio. La Costumbre tiene -merece, si se me permite- nombre “propio”. Porque no hay una costumbre que no se corresponda con “algo” que le otorga primacía verbal sobre el común destino de su recurso. Tiene un valor permanente, no se agota ni se sustituye; puede obviarse y hasta no considerarse, pero queda ahí para el siguiente episodio. O no conviene ahora, pero mantiene su importancia.   Para el Derecho es “fuente” de interpretación y, en ocasiones, de aplicación, cuando la ley, el reglamento, la norma escrita, no tienen o pueden dar respuesta asimilable por la ausencia formalizada de las relaciones discutibles. Y faculta la ...

El resurgir del uniforme

Tenemos al uniforme como una vestimenta, un traje peculiar , dice nuestra Academia de la Lengua. Y se describe -a mi me gusta más- en Wikipedia, como un conjunto estandarizado de ropa .  Ambas fuentes, a su modo, coinciden en su uso y destino de individuos, digamos, colegiados , pertenecientes a una misma profesión o clase. El origen de los uniformes es ancestral, de tradición remota, de civilizaciones ya organizadas que precisaban hacerse distinguir en la batalla con los ejércitos enemigos. A los niños, la mayoría, de siempre, la vestimenta militar ha supuesto un atractivo especial. ¿Quién no ha tenido, o deseado tener, su pequeña colección de soldaditos de plomo? ¿Quién no ha jugado en la calle a desfilar? Las visitas al museo; las jornadas de puertas abiertas de cuarteles militares, policiales y de bomberos; la presencia en las paradas y desfiles, han sido a menudo eventos de señalada asistencia familiar, con la influencia de los vistosos e imponentes uniformes y su despliegue. ...