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Las nueces y esos ruidos nuevos


El refranero es fuente viva y popular de expresiones orales que la gente recuerda fácilmente, porque entiende sin dificultad su sentido y gusta de aplicarlas como picardía verbal intencionada.


Precisamente por esa comprensibilidad y sarcasmo ha sido referencia y hasta inspiración para reconocidas obras literarias y cinematográficas, como “Mucho ruido y pocas nueces”, comedia de W. Shakespeare y su adaptación a la pantalla por Kenneth Branagh.


Con ese título y sus muchas variaciones analógicas, se refieren y nominan hasta la saciedad bastantes publicaciones periódicas, novelas de diferentes géneros, coloquios y tertulias varias en nuestro idioma.


Si tomamos ese refrán para dar sentido a una persona o a un valor material determinado, respecto de ser su condición de mucha importancia aparente, cuando su realidad es insustancial, estamos haciendo crítica bufa y, en ocasiones, despectiva del personaje, o el desprecio del objeto por inapropiado.


También es repetido el caso de darse publicidad de cosas y servicios con grandes apariencias de calidad y conveniencia, de prestancia y belleza, de economía y ahorro y demás virtudes comerciales que,  al rascar su realidad, se desvanece lo anunciado. ¿Les suena algo?


No digamos, por ejemplo, de la magnificencia del discurso político al gusto, de hoy y de siempre, prometiendo fresas con chocolate de postre para todos y cada día, o el maná bíblico subvencionado para siempre.


Al parecer, el ruido y las nueces se emparejan de antiguo debido al usarse en algunas celebraciones tirar los frutos al suelo por el ruido que hacían al golpearlo y, según su contundencia, al quebrarse. 


Y sabemos bien, además, que romper una nuez cuesta darle un buen golpe con algo duro o tener que usar un utensilio ideado a propósito y que suena mucho normalmente, para obtener poca recompensa.


Tenemos al ruido como un sonido desagradable y al son, su antagónico, como lo contrario, grato y satisfactorio al oído. 


Es lógico entonces que sintamos placer al escuchar música y nos moleste tener que soportar ruidos, sean bajos como el runrún de fondo o estrepitosos de obras y sirenas.


La deseable calma que estimula la convivencia ciudadana viene siendo alterada más continua e intensamente por las nuevas costumbres sociales. 


Para nada cuentan las cumplidas ordenanzas municipales que regulan el ruido por horarios y decibelios, que debieran impedir las molestias del sonido ingrato y doloso ahora inmunes.


Actualmente les parece bien a muchas gentes que se arme ruido feliz, bronca amiga y alegría desbordada en situaciones de entretenimiento y celebración, importe poco o mucho su resultado.


Novedad que está relevando a sanas costumbres de respeto y agradecimiento manifestadas con palmas y algún viva. O con prudentes pitos y exclamaciones de descontento.


Parece aceptarse lanzar gritos, otrora insultantes, como piropos de nueva orientación de apoyo al éxito. 


Es corriente ulular desde la platea, el tendido y la grada, con griterío desaforado para felicitar al actor y al deportista que merece ese premio de los espectadores.


Ya no importa hablar gritando o chillar por la calle. Nada impide que se vocifere en horario tardío en terrazas. 


No preocupa molestar al vecino que merece descanso nocturno, si tengo que mover mis muebles o me gusta escuchar mi música preferida a todo volumen. 


¿Cómo podríamos calificar esa clase de ruido?


Entretanto me acostumbro, que no creo se corrija, yo voy a seguir cuidando mi dieta cascando frutos secos. 




Comentarios

  1. Tu reflexión sobre el refranero como espejo de la vida, la literatura y el cine es muy acertada. Me ha hecho pensar en la importancia de cuestionar y mirar más allá de las apariencias, algo esencial en estos tiempos de ruido constante.Considero que el hogar de una persona tiene que ser un sitio que le traiga calma y serenidad si la comunidad de alrededor ( o propia) es ruidosa, molesta y atronadora, no es posible estar tranquilo!
    Un gran saludo!!

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  2. En periodismo, una de las cosas que te enseñan es que, en televisión sobra el "aire", en prensa escrita sobre la "paja" (hay que aplicar la economía de espacio) y en radio sobra el "ruido"... todo ello con la idea de hacer llegar al espectador, lector u oyente, un mensaje claro, concreto y objetivo, a poder ser; que no falte a la 'verdad'. El ruido (como todo) no es bueno en exceso, aunque en alguna ocasión sea necesario (¿tal vez?). Lo que debería existir siempre es el cuestionamiento del ruido. Y en lo que se refiere a lo básicamente sonoro: sí, por favor, disminyamos los decibelios como lo hace la naturaleza. ¿O a caso no sientes una paz tremenda cuando vas al campo y el único maravilloso 'ruido' es el cantar de los pájaros? Apreciemos algo más el silencio, valoremos la sonoridad en su justa medida, descartemos el ruido que solamente lleva a más y mayor ruido.

    Buen apunte y buena reflexión, también, del lector Víctor Magnani. Gracias por compartirla.

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  3. Completamente de acuerdo, Joaquín. Tenemos la suerte de vivir en un país meridional, con buen clima, buenos paisajes y excelente paisanaje, pero algo habrá en este contexto, que voluntariamente, o no, induce muchos conciudadanos a emitir, mientras se relacionan con sus semejantes, elevados decibelios que proceden, tanto de su expresión verbal, como de la actividad que están desarrollando.
    Ya puede ser en una conversación entre amigos, paseando por la calle, en el trabajo... hasta conduciendo existen individuos que alteran el motor o el tubo de escape de su coche para que genere un ruido ensordecedor.
    Quiero creer que es una necesidad vital para quien lo practica, seguramente para hacerse notar, para afirmación de su personalidad, o para demostrar que es un primate escogido por la naturaleza; pero de lo que no hay duda es que en su infancia no lo han educado correctamente, y que su nota de urbanidad y cortesía, continúa siendo cero.

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  4. El refranero popular todo un compendio de sabia filosofía aplicable a innumerables situaciones de nuestro día a día.
    La tradición de mantenerlo vivo se va perdiendo,pero la generación de cierta edad, por suerte , todavía la conservamos.
    Acorde con el tema del artículo,he elegido este que dice así:
    “El ruido no hace bien.El bien no hace ruido”
    El ruido no es bueno para nadie, mire como se mire:
    Estresa, contamina, perturba, altera, inquieta, confunde, ensordece, anula…
    Por el contrario, el silencio conlleva otros loables valores: discreción, paz, tranquilidad, reflexión, escucha, reencontrarse,aprecio,entendimiento…
    También es cierto que existen silencios muy tensos e inquietantes.
    Este particular“silencio”lo dejo para otro día, mejor.
    Montse Casas




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