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EL secante desenfreno nacional de los precios



Leo, oigo y veo con estupor, pero sin sorpresa por reiteradas de forma cansina en los medios de comunicación, muchas noticias donde la actualidad de las dolencias económicas sociales más sensibles -sino todas- clama por tener una explicación comprensiva de la otra guerra, esta incruenta, en la que estamos siendo derrotados todos cada día un poco más.


Y cito lo de otra guerra porque siempre está siendo la de Ucrania la excusa argüida para (mal) justificar los desmedidos encarecimientos de las cosas de comer, beber y toda la lista de la compra que sostiene y trata de dignificar nuestras vidas.


Añado lo de nacional porque aquí no se salva nadie ni ninguna (cosa) de verse elevada a una cúspide porcentual nunca conocida en tan poco tiempo. Y, sin embargo, no es (tanto) internacional pues han debido intervenir hados en otros lares que a nosotros nos ningunean.


Así, nos cuenta una gacetilla que los alimentos acumulan 25 meses seguidos de incrementos y ya son un 31,6% más caros que antes de la pandemia. Es decir, los productos básicos de subsistencia nos cuestan casi un tercio más que hace dos años. 


Mientras, en el mismo periodo, la inflación ha supuesto un incremento del 3,5% ¡10 veces menos! y la subyacente -esa que excluye alimentos no elaborados ni productos energéticos- alcanza un 5,2% (datos INE). ¡Caray, pues, con el precio de los alimentos!


Ambos lamentables acontecimientos siguen prevaleciendo en el argumentario político del estropicio de los precios. Hasta ahora ninguna otra explicación objetiva y razonada nos ha sido justificada; siempre excusadoras y de “pelota a seguir”. 


Ningún sector económico del país, ni uno que sepa, ha comedido precios con sacrificio a réditos propios para paliar subidas potenciales de sus productos, incluso absorbiendo las bonificaciones fiscales decididas por el Gobierno. 


Al contrario, las compañías productoras de bienes de consumo, las energéticas, las financieras, la restauración, el transporte -salvo los subvencionados- agencias y servicios de viaje y ocio, siempre responden con la misma cantinela, la de ser consecuencia “pseudo-bíblica” pero con el mazo del beneficio dando.


Entretanto, los salarios repuntaban tímidamente, parejos a la inflación, con aumentos de la ganancia media anual por trabajador del 3,2% en 2020 y menos aún, del 2,9% en 2021; y el de 2022 aún está en elaboración, siendo previsible ronde de nuevo un 3%.


Las medidas antiinflacionarias no han funcionado para la cesta de la compra; evidente que no tocaba. Eso sí, han castigado el dispendio hipotecario, que es causa sangrante familiar en multitud de casos.


Y ahora un manido ejemplo: El precio del aceite de oliva lleva 26 meses subiendo a dos dígitos y hoy cuesta un 39% más que hace un año (datos del INE de julio 2023) Otra información nos cuenta que España tiene el precio de venta por litro más alto de Europa.  


Más adelante encuentro otra noticia donde se dice que los agricultores lo atañen a la pertinaz sequía, y a uno le entra sed. 


¿Será que los gobernantes los consideran ya la otra incómoda oposición, mientras vagan los Ministerios de Economía, de Agricultura, de Consumo y sus referentes de Europa, sin buscar la racionalidad de los mercados? ¿O los sesudos reguladores del usurero comercio estarán confusos contemplando el reparto ganancial de la cadena de distribución?


Sed de coraje, sed de desconfianza, sed de vivir indignado en un país que tiene y le sobra -y exporta- de las mayores cosechas de un producto básico de nuestra dieta. Ahora convertido en fatal referencia de los precios disparatados.


Un oro líquido, dicen ya, en el que los otros europeos -de mayor  poder adquisitivo- untan su pan con ese aceite mágico comprado en el super de su barrio a un precio inferior al que lo estamos pagando nosotros aquí. ¿Y cómo se le queda a Ud. entonces la boca? ¿seca?No, no me lo diga, porque a mí también me disgusta ese sabor.




Comentarios

  1. Extraordinario como siempre.Gracias

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  2. El mecanismo de la subida de precios, especialmente sobre los que más nos afectan, que son alimentación, transporte, vestir, enseñanza, etc., pertenece a uno de los secretos mejor guardados cuyo alcance sólo está en la mente de algunos seres privilegiados que, además, tienen la facultad de regularlos.
    Muchas veces nos hemos preguntado por qué suben constantemente y raramente bajan, sin encontrar una razón verosímil. Seguiremos preguntando.

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  3. pues si, no se hasta donde va ha llegar pero pinta mal ,felicidades por tu escrito.

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  4. Felicidades Joaquín. Muy acertado. Probablemente habrá que releer la Agenda 2030 que, entre líneas y en su trasfondo, nos dirige a una dictadura capitalista en la que «el papá Estado (de todo el mundo)» hará vasallos de los ciudadanos y subvencionados perennes, para lo que necesita que el mundo occidental importe todo, incluso personas invasoras, del tercer mundo, en lo que España y su peón sorista, el NOMinado, es cabeza de turco avanzada. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Antonio, muy amable. Es un vaticinio que ya estamos palpando. Lástima de la ilusión de nuestros 80 y dura conformidad.

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  5. Laura Ramos Martínez18 de diciembre de 2023, 21:31

    Una lástima ir mirando el precio de cada producto en las estanterías del súper para añadirlo o no al carro de la compra… aceite, judía verde, fruta… ¿Dónde está el equilibrio en todos los sentidos, aquí o allá? ¿Hay que comprar fuera para que salga más económico lo propio? ¿Hay que salir de tu calle o del barrio para adquirir aquello que se hace ‘en casa’? Habrá muchas cabezas pensantes…pero están o poco utilizadas por sobrevaloradas o bajo la influencia de aquellos que piensan en otras cosas…

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  6. Extraordinario como siempre

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