Ir al contenido principal

La cartelería al servicio del cliente


La cartelería al servicio del cliente


Cuando se acude a un servicio público tipo hospital, administración fiscal o social, área comercial, aeropuerto, centro de ocio e incluso en establecimientos menores pero distinguidos, es bastante común encontrar un servicio de Recepción e Información al que dirigirte para ser orientado en tu visita.


Es casi general que tales espacios y sus locales contengan carteles para concretar las ubicaciones adonde se desea plantear el motivo de la visita y hasta en la propia puerta de acceso, completando así la consulta en Recepción o por búsqueda directa del visitante.


Las nuevas modas de comunicación impersonal están sustituyendo a la atención personalizada de la Recepción. Incluso existiendo el personal de Información, se te dirige al robot o a la pantalla de un mueble que te pide elijas qué quieres hacer o consultar, dentro de una batería de opciones tasadas.


He ido a hacerme una radiografía que, por hábito anterior, pedia directamente en el mostrador de recepción del servicio radiológico y te indican que debes solicitar “turno” en la máquina al efecto instalada. 


Tras unos minutos y previa aparición sonora en una pantalla colgada en la pared a modo de cuadro telemático en vivo, aparece  tu código de cliente presente que, accionado por la misma empleada, requiere tu presencia en el box 2. 


Hoy he aprendido lo qué debo hacer la próxima vez y me ahorraré el chasco de haber ignorado la consola; la recepcionista podrá computarse mi visita a efectos de ranking de trabajos y quien ha racionalizado el flujo de visitas habrá justificado la innovación.


Mientras esperaba ser llamado para mi gestión, he podido leer varios “mensajes” en letreros impresos en adhesivos y colocados en su debido lugar, donde se pide hablar delante del interlocutor (de metacrilato); no apoyarse en el mostrador (de cristal); esperarse no mas allá de una linea en el suelo; y otros con demás consejos. 


He salido del centro sanitario con cierto complejo de ciudadano sometido a la ley del rótulo y consolado con la actitud de la empleada de recepción y la profesional radióloga, ambas simpáticas y cordiales personas.


De vuelta a casa, en el bus urbano, ha continuado mi observancia letreril (ruego licencia para el palabro) en el que, a modo de exposición monográfica, la Compañía de Transportes les dice a sus pasajeros que validen el título; que no estorben la visión del conductor; que pidan parada con antelación suficiente; que no se arrimen a las puertas, etc.


No les cuento más, pues ya me entienden y los conocen bien. Ciertamente todos esos avisos y advertencias los necesitamos, porque el despiste de los prudentes y la desinhibición de los otros así lo recomiendan y, de paso, protegen la responsabilidad de la empresa.


Mi realidad de hoy va más allá de esa práctica incrementada de mensajes escritos en carteles de todo tipo y localización, si bien muchas veces la echaremos de menos en según que lugares municipales nos movemos, por ejemplo. Pero me refiero a su significado como dudosa evolución social.


Quiero decir a lo que de negativo supone estar “carteleando” (lo siento, otro palabro) nuestra vida para que no necesitemos preguntar y, al propio tiempo, sernos dicho lo que hay que hacer y así no pensamos, no hablamos y seguimos mirando el móvil.







Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo
    corren por las redes comentarios sobre este asunto y llegan a la conclusión que es para la amortización de personal.Gracias por tu envío

    ResponderEliminar
  2. Felicidades por tu escrito, una semana más

    ResponderEliminar
  3. Da gracias, que de momento, no te hicieron autoradiografiarte, pulsando las pantallitas oportunas.

    ResponderEliminar
  4. A lo peor, todo este sistema tiene la finalidad de que la empresa anunciante suprima algún empleado, encargando a los usuarios parte del trabajo que realizaban. También puede ser una manera de demostrar su superioridad, obligando a los usuarios realizar un esfuerzo mental para interpretar correctamente las instrucciones que imponen para lograr el objetivo.
    Seguro, por cierto, que cualquier persona preferiría hablar con otro ser humano antes que manipular las teclas de un ingenio mecánico al que le cuesta hacerse cargo de nuestras preguntas.

    ResponderEliminar
  5. Es cierto lo que describes en tu artículo.A mi personalmente,casi me molesta más , cuando este exceso de mensajería es auditiva, por teléfono y con una máquina.
    El “interlocutor” te bombardea con números, según las diversas opciones.Procura estar atento/a a no perderte.En caso de que esto suceda, por la rapidez;te ves obligado a empezar de nuevo.
    Cuando definitivamente has dado con tu opción, espera y una voz que en muchos casos te atiende desde una geografía lejana, entonces ya le puedes explicar tu problema.A veces, no tiene ni idea y en algunos casos,completamente descontectualizado.
    Vuelta a empezar…
    Respira y cárgate de paciencia.
    Se quitan las ganas de continuar y el tiempo corre!!
    Persiste , insidte (un consejo).
    Con un poco de suerte ,después de haber contado “tu historia” en diversas ocasiones,das con un empleado/a razonable que entiende tu súplica.
    Aleluya!!!
    En fin…
    Sabéis de lo qué os estoy hablando, verdad?
    Montse Casas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algunas consideraciones que deberíamos tener en cuenta a mi modo de ver. La gente cada vez lee menos (lectura en diagonal, con lo que se pierde información) o lee peor (no entiende lo que está escrito). La gente cada vez es más vaga y pregunta lo que ya está respondido (aunque sea en un cartel). El exceso de información siempre es negativo. Y cómo está indicada dicha información es básico para obtener el efecto buscado.
      Yo también soy de las personas que prefiere el contacto, interacción y relación humana. Sin duda. Aunque a veces una máquina resulte más efectiva e incluso más educada y amable, lamentablemente.

      Eliminar
  6. Como siempre increíble tu escrito Joaquín,Esto es lo que tenemos desgraciadamente.
    Un saludo Paquita

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario

Entradas populares de este blog

Plumitas

Plumitas Ayer murió mi pájaro. Periquito azul de 5 años. Juguetón y con carácter. Tastador de menús caseros. Crítico ruidoso ante la tele y fervoroso amigo del móvil. Nos conocía a todos de casa y creo que nos entendía. Sin ser manso, accedía a nuestros mimos y encajaba bien mis regañinas.   Fue un regalo de mis nietos para asociarse a mi viejo afecto por esos pájaros. Deriva de mi infancia, cuando tuve una bonita Pitita verde, que emparejé con un bonito macho azul y criaron descendencia que repartí entre amigos. A Plumitas le gustaba casi más estar fuera de su jaula que en su interior. Se acostumbró pronto a salir, merodear por la cocina y entrar a su refugio -nunca encierro- por cualquiera de sus dos puertas. Su casa, donde, además de sentirse seguro, se convertía a menudo en un jolgorio juguetón, tanto dentro como en su terraza exterior. Y nos divertía a nosotros. Sí, tenía sus juguetillos colgantes, sus amiguetes pacíficos y muy parados. Y picoteaba con fruición a un par de per...

Conformidad / Conformismo

Dar conformidad y conformarse son dos actos normalmente positivos respecto de un resultado, sea por la compra de un producto, la prestación de un servicio, la suscripción de un contrato y también por la aceptación de una obligación o disposición legal. Sin embargo, subjetivamente, ambas manifestaciones difieren por sus connotaciones respecto del propósito al que se vinculan. Pues no es lo mismo considerar bien y a gusto el fin recibido -estar conforme- que aceptar su resultado con reservas -conformarse-. Una lectura ocasional me sugiere el tema elegido, al que aporto una anécdota de ficción: Dos vecinos de escalera se encuentran de regreso en el hall de su inmueble, se saludan de costumbre, y -Qué tal José, te noto el ceño algo arrugado, ¿está todo bien? -El caso es que vengo enfadado conmigo mismo, Pedro. - Eso tiene fácil arreglo; desahógate hombre, cuéntamelo. - He recogido el coche del taller, ya arreglado de las rozaduras que llevaba en una puerta y he notado que no había quedado ...

Por unas dosis de templanza

De vez en cuando, sobre todo cuando soy testigo de una escena o evento donde la compostura cívica está alterada, me viene a la memoria el recurso fácil de la cultura cristiana respecto de las virtudes.   Todas, cardinales , ya enunciadas por Platón y posteriormente adoptadas por el cristianismo y otras religiones, cuando de tratar sobre la moral se ocupan, y teologales , esa medicina espiritual para el alivio de la vida terrenal con sus contrariedades, merecen tenerse muy en consideración.   Y de esas otras siete más, las capitales, cuya práctica presupone corregir a sus homónimos “pecados”, que tanto envilecen las conductas desordenadas de los hombres.   De esas catorce maravillas disponibles para un ejercicio moral deseable -y hay algunas más- debiéramos todos, creyentes religiosos o respetables agnósticos, gente de bien o arrepentidos de actos impropios, sentirnos obligarnos a ejercitarlas.   Fue a principios de este verano, durante un encuentro de nuestro primer ...