LA MAR DE BIENES
No se dice mucho ahora así pero tiempo atrás, cuando algún evento celebrado, experiencia personal o acto asistido se estimaba excelente o casi, se le citaba coloquialmente como que había estado “la mar de bien”. En esta expresión se quería resumir la importancia positiva de la vivencia tenida.
Vivo ahora en una ciudad que mira al mar. Esta mañana me he asomado a su paseo marítimo. Tenía ganas de ir, lo necesitaba. Hacía diez días que no lo visitaba y sentía mi admiración marina triste, como pecaminosa.
No puedo presumir de buen nadador, ni de aspirante a marinero, pero me atrae mucho la mar. Me ofrece y atrapo con unción su magnitud. Ese tamaño inmenso; ese ritmo del movimiento continuo, en quietud o estrépito; esa pátina irisada espejo del firmamento. Esa paz del pensamiento tras la mirada del horizonte.
El mar, o la mar, al gusto, con sus aguas abarcando cerca de tres cuartas partes de la extensión de nuestro planeta, ha significado tal suerte de atracción al ser humano que, a poco de ir evolucionando hacia el sedentarismo desde su primer hábito de condición nómada, ha venido priorizando su establecimiento en las costas marítimas.
Los que somos de tierra adentro, o sea “de ribera”, por lo común encariñados también con nuestro río, del que obtenemos regularmente alto provecho y alguna dolencia por enfados de la madre naturaleza, solemos acudir a los conocidos “de costa” para completar el aprecio global a la vida terrenal.
Del mar sabemos mucho y aún no lo conocemos todo. El mar ha empujado al hombre a las artes de navegar para proporcionarle descubrimiento, procurarse civilización, dotarse de progreso económico y enriquecerle al multiplicar sensaciones y experiencias.
El mar, como elemento natural continente es agente de infortunios y cobijo de desatinos, nobles y desgraciados en ocasiones. También es objeto de abusos, maltratos y enfrentados intereses.
Pero los mares, menores y océanos, son fuente de provechos y sus profundidades son depósito y guarda de futuras subsistencias. Las orillas y costas, de arena o abruptos acantilados, son maravillas del color y escenografía del paisaje.
¿Y sus bienes?
-Alimenticios, desde la humilde sardina hasta la deseada langosta y las algas comestibles. Las modernas piscifactorías.
-Agente energético, con sus olas, vientos, mareas
-Proveedor salino, de arena industrial y agua potable desalada.
-Oferta laboral para la pesca profesional, el transporte, extracción, turismo y comunicaciones.
-Fijador de fronteras y límites continentales.
-Enorme espacio para el ocio y el deporte, para navegar, la pesca submarina y costera, nadar, rivalizar con las olas, jugar en la playa.
-De repetida influencia para el bello arte de la Pintura. Destacado reclamo de la Literatura y de la Historia.
-En su inmensidad como piélago, es socio del sol y de la luna, pues de ellos se procura el inicio del ciclo del agua y guía de sus corrientes.
Me parece que debemos tanto a la mar que todo lo que se pueda hacer en favor de su conservación, trato y aprovechamiento debiera contar con el pleno proceder positivo de todos los seres humanos.
Pienso en la fortuna que tenemos de su disfrute y me gusta reconocérselo llamándole ”la mar de bienes”
No sabes cuanto me ha gustado tu artículo de hoy.Soy una enamorada de él.
ResponderEliminarCreo que no podría vivir sin su presencia.
Si además de estos bienes que obtenemos de él , considerándolo como “un mar de bienes”, añadimos el disfrute personal que nos
regala,ya es el summum.
La llegada del buen tiempo, lo favorece, pero el resto del año ,con
visitarlo, respirarlo y sentirlo cerca, ya nos aporta rélax y bienestar.
Montse C.
Como siempre extraordinario.Yo también soy un enamorado del mar.Gracias
ResponderEliminarCierto es que el mar da vida porque a mi me da tranquilidad, felicidades
ResponderEliminarLa presencia del mar nos induce a relajarnos, contemplar su inmensidad, explorar nuestra conciencia, auscultar sus latidos en el rumor de las olas, intuir los orígenes del mundo en su continuo movimiento envolvente. El mar es la paz en su calma armoniosa o el temor ante lo desconocido en sus furiosas tempestades. Pero, en todo caso, que suerte tenemos los humanos, tal como desarrollas en tu escrito, de poder disfrutar de su presencia aunque sea por el corto plazo de una vida.
EliminarAbrazos
Es verdad que los que tenemos la suerte de vivir cerca del mar somos afortunados podemos distrutar de las playas pasear por la arena y otros deportes y las noches de luna llena reflejada en el mar es un precioso.
ResponderEliminarUn saludo amigo,Paquita
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encuentro la mar de bien cuando 'me escapo' de Barcelona para ir al lugar que recoge mi descanso y mi desconexión, y que precisamente está muy cerca del mar. El mar es un bien único e insustituible, de hecho, el agua lo es y sin ella no podemos vivir. Yo noto (y mucho) cuándo no estoy cerca de su brisa. Y debemos cuidarlo y respetarlo; quererlo y tenerle 'miedo', velar por él y todo su entorno, para poder seguir disfrutándolo. De manera que podamso seguir cantando esa canción de la infancia: "La mar estaba salada, salada estaba la mar; la mar estaba salada, salada estaba la mar.,,"
ResponderEliminarEl mar siempre ha sido para mí sinónimo de libertad. Mirar al mar siempre me ha hecho libre, pero también disfrutarlo de otros modos; ya sea caminando por la orilla ó dándome un baño. Incluso, diría q me proporciona esperanza, tranquilidad, paz, alegría…
ResponderEliminarQuizás sea por ser isleña, y el mar siempre ha estado presente en mi vida de una manera muy entrañable.
Soy Arminda, se me pasó mencionarlo
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