Ir al contenido principal

La estela (Relato de una ficción vital)


Le gustaba sentarse bajo la fresca sombra de aquel tilo de sus confesiones. Allí, en ese parque urbano de la ciudad que amaba. Con quien desahogaba sus recuerdos, pues ya no podía recordar sus sueños. Su árbol predilecto, la compañía silenciosa de un ser vivo comunicante de sus congéneres y mudo para el abuelo.


El cielo muy azul de esa mañana acogía, algo distanciadas entre si, algodonosas nubes, incluso algunas parecían ser también plumas de almohada desprendidas en un juego de niños y elevadas al firmamento por una agradable brisa de primavera temprana.


Su mirada izada al espacio celeste, entrecerrando los párpados para mitigar la dureza del brillo solar, que tanto le molestaba tras su operación de cataratas, quedó prendada de aquella doble hilera blanquecina, firme en un punto inicial y desgajada unos cientos de metros atrás. El rebufo aéreo de un moderno pájaro mecánico.




La imagen dibujada, ya quieta y desfigurándose, quiso el hombre compararla en su imaginación con el rastro que los seres vivientes, en su mundanal comportamiento, dejan constancia de las idas y vueltas por los caminos deparados por su existencia. 


Pensó así mismo en los movimientos cósmicos. Las rotaciones y traslaciones astrales; los vaivenes del tiempo estacional; la entrada en la atmósfera de cuerpos celestes; la luz y su vertiginosa velocidad que nos acerca a las estrellas; los cometas que arrastran su resplandor. ¡Cáspita, se dijo, la estela!


Y la comparó con la secuela del pausado nadar de los patos. Recordó las huellas de pasos desnudos en la playa húmeda, desde la orilla del mar hasta el hoyo donde vacían los niños el agua robada a las olas. Cerrados sus ojos vieron el surco del arado del campo labrado. Sintió emoción ante el recuerdo de alguna bandera al viento.


Viajó con la memoria hasta la molesta carbonilla que dejaba el humo ferroviario, pues su tren tardaba en acabar de despedirse de la primera estación y manchaba el bonito recuerdo dejado. Y en ese mar que le llevó al otro lado, donde quedó esa seña -esa estela- que producen las hélices, marcando un punto de no retorno.




Suspiró, cerró los ojos y ensoñó. No lo supo después, al despertar, pero su cerebro constataba cada uno de los pasos, los empujes, los esfuerzos que su fructífera vida acumulaba. Le representaba luces de alegría y sombras de dolores, con sus claroscuros estelares.


Acariciaba momentos irrepetibles de felicidad familiar. Vinieron a primer plano los hitos profesionales. Acudieron fervores y disgustos como vinagreras que sazonan y fortalecen las relaciones humanas. Llovió y se mojó, hizo calor y sudó, pasó frio y se constipó, como cualquiera. Y de todo quedó marca, rodada, señal y pisada: estela.


Sintió unos vivos sonidos que le liberaron de la tibia modorra, entreabrió los párpados, se restregó los ojos y vio a su alrededor gorriones, palomas y hasta alguna cotorra, afanándose en alimentarse con migas de pan y hormigas competidoras del hambre que también formaban hilera a manera de rastro.


Se levantó y despidió de su amigo el tilo, diciéndole por lo bajo que ese día lo había visto muy lozano. Encaminose a casa haciéndose cábalas de qué habría soñado. Le apuró querer entender algo sobre una o muchas estelas. 


Aceptó que su vida había tenido muchos derroteros y el largo viaje muchas estaciones. Y aún seguía fresco. Que no podría iniciar muchos más y sin embargo necesitaba prestarse un servicio nuevo, un reconocimiento, reforzar su experiencia. Estaría bien, se dijo, procurarse una nueva estela. Y se propuso pensarlo y contárselo la próxima vez a su buen amigo el tilo.




Comentarios

  1. Un artículo muy entrañable. Feliz Verano. Pepa

    ResponderEliminar
  2. Realmente precioso Joaquín.
    Feliz estío a toda la familia. Abrazos

    ResponderEliminar
  3. Es un relato muy bonito,cierto y muy bien explicado.A partir de cierta edad,nos vienen a nuestras mentes todas esas cosas que has expuesto tan claramente y entendibles.Gracias y que paséis un felíz verano.

    ResponderEliminar
  4. Como siempre espectacular.Gracias que paséis un buen verano

    ResponderEliminar
  5. Precioso escrito. Gracias por este inicio de "vacaciones". Hasta siempre.

    ResponderEliminar
  6. No hay comentario para este estupendo escrito, surgido, sin duda, en algún momento de reflexión y de examen profundo de una trayectoria vital, puede que como consecuencia de un reciente aniversario.
    Aunque no sea éste el motivo, disculpa el atrevimiento, pero deseo al protagonista de tu artículo, muchas más sendas y estelas para recordar y compartir, a la sombra de este tilo ensoñador.
    Os deseo unas tranquilas y reconfortantes vacaciones y espero nuevos escritos a la vuelta.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Espectacular, me ha sorprendido muchísimo!

    ResponderEliminar
  8. Realmente por mi parte es precioso real y nostálgico, ya que mirando hacia años anteriores se comprueba que había un cuidado por mantener el orden, mantenimiento, limpieza etc. Las terrazas eran para disfrutar de la vista o incluso para saludar al vecino. La vida parece que nos ha cambiado mucho y no precisamente para mejorar en todo lo que nos rodea.

    ResponderEliminar
  9. Que bonita reflexión. Espero y confío que busques y encuentres muchas estelas, el tilo,tu familia y tus amigos estaremos encantados que nos las cuentes. Feliz verano para todos.

    ResponderEliminar
  10. Gran imaginación,y gran relato, felicidades

    ResponderEliminar
  11. Al escribir este relato el mejor de los premios, el único que realmente está a la altura, es el de haber conseguido escribir algo íntimo y haberse atrevido a publicarlo. El mayor de los premios es que alguien lo lea y lo comente. El premio que recibes es la satisfacción de saber que eres capaz de 'desnudar' tu alma, tus pensamientos y tus sentimientos y que ello te provoque, finalmente, la felicidade y la alegría de verlo plasmado sobre el papel (entiéndase=pantalla del ordenador). Felicidades por el relato y enhorabuena por algo más importante si cabe: haber superado la vergüenza, la timidez y el miedo de 'exponerte'.

    ResponderEliminar
  12. Hola amigos,como siempre tu escrito es increíble y de una sensibilidad grande.saludos

    ResponderEliminar
  13. Hola Joaquín ,como siempre tus escritos son maravillosos,este es de una ternura que me recuerda mi niñez cuando veía a los abuelitos debajo de los árboles fumando su cigarrilloso
    Un saludo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario

Entradas populares de este blog

Plumitas

Plumitas Ayer murió mi pájaro. Periquito azul de 5 años. Juguetón y con carácter. Tastador de menús caseros. Crítico ruidoso ante la tele y fervoroso amigo del móvil. Nos conocía a todos de casa y creo que nos entendía. Sin ser manso, accedía a nuestros mimos y encajaba bien mis regañinas.   Fue un regalo de mis nietos para asociarse a mi viejo afecto por esos pájaros. Deriva de mi infancia, cuando tuve una bonita Pitita verde, que emparejé con un bonito macho azul y criaron descendencia que repartí entre amigos. A Plumitas le gustaba casi más estar fuera de su jaula que en su interior. Se acostumbró pronto a salir, merodear por la cocina y entrar a su refugio -nunca encierro- por cualquiera de sus dos puertas. Su casa, donde, además de sentirse seguro, se convertía a menudo en un jolgorio juguetón, tanto dentro como en su terraza exterior. Y nos divertía a nosotros. Sí, tenía sus juguetillos colgantes, sus amiguetes pacíficos y muy parados. Y picoteaba con fruición a un par de per...

Conformidad / Conformismo

Dar conformidad y conformarse son dos actos normalmente positivos respecto de un resultado, sea por la compra de un producto, la prestación de un servicio, la suscripción de un contrato y también por la aceptación de una obligación o disposición legal. Sin embargo, subjetivamente, ambas manifestaciones difieren por sus connotaciones respecto del propósito al que se vinculan. Pues no es lo mismo considerar bien y a gusto el fin recibido -estar conforme- que aceptar su resultado con reservas -conformarse-. Una lectura ocasional me sugiere el tema elegido, al que aporto una anécdota de ficción: Dos vecinos de escalera se encuentran de regreso en el hall de su inmueble, se saludan de costumbre, y -Qué tal José, te noto el ceño algo arrugado, ¿está todo bien? -El caso es que vengo enfadado conmigo mismo, Pedro. - Eso tiene fácil arreglo; desahógate hombre, cuéntamelo. - He recogido el coche del taller, ya arreglado de las rozaduras que llevaba en una puerta y he notado que no había quedado ...

Por unas dosis de templanza

De vez en cuando, sobre todo cuando soy testigo de una escena o evento donde la compostura cívica está alterada, me viene a la memoria el recurso fácil de la cultura cristiana respecto de las virtudes.   Todas, cardinales , ya enunciadas por Platón y posteriormente adoptadas por el cristianismo y otras religiones, cuando de tratar sobre la moral se ocupan, y teologales , esa medicina espiritual para el alivio de la vida terrenal con sus contrariedades, merecen tenerse muy en consideración.   Y de esas otras siete más, las capitales, cuya práctica presupone corregir a sus homónimos “pecados”, que tanto envilecen las conductas desordenadas de los hombres.   De esas catorce maravillas disponibles para un ejercicio moral deseable -y hay algunas más- debiéramos todos, creyentes religiosos o respetables agnósticos, gente de bien o arrepentidos de actos impropios, sentirnos obligarnos a ejercitarlas.   Fue a principios de este verano, durante un encuentro de nuestro primer ...