Me ocurrió a mí y quiero contarlo. Sí, no se trata de ficción, sino de un caso real y personal. Pasó hace unas semanas y he meditado mucho si debía publicarlo; he decidido hacerlo, necesito explicarlo.
Estupefacción, por asombro. Indisposición, por actitud inadecuada. Migrante por conductor de origen extranjero.
Subimos a un taxi, el primero de la fila, a la puerta de una conocida clínica. Salía yo tras una intervención quirúrgica, con mi yeso y mis vendas, y aún con flecos del posoperatorio, para regresar a casa de forma acorde a mi flojo estado físico.
El vehículo y su conductor ofrecían un aspecto correcto, bueno a la vista y estado. El día y la hora del mediodía solar eran de riguroso termómetro veraniego. Iniciada la marcha comprobé que las cuatro ventanillas estaban bajadas y entraba un ambiente sofocante.
Rogué al chófer, ya maduro y de claro origen norteafricano, que conectase el aire acondicionado porque me sentía molesto por el aire y agobiado por el calor. El hombre me respondió que no, que no era necesario y sí contraproducente.
Le manifesté mi sorpresa e insistí en que lo pusiera. No me atendió y empezó a criticar la costumbre -decía él- importada de los EUA, de usar el AA, no llevar casi ropa e incluso usar gafas de sol, pues estas son malas para la vista (sic) y que el calor se combate tapando con tela la cabeza y el cuerpo. ¡Oiga, dando consejos de madrasa!
Hube de decirle que eso estaba bien para él pero que, por favor, pusiese el climatizador, aseverando nuestra condición de ser sus clientes y estar usando un servicio público de auto-taxi.
En todo momento, como es mi costumbre con quién no conozco ni tengo trato familiar o amistoso, usé el usted en el diálogo, que es nuestro tratamiento de cortesía en español.
Al parecer, eso encrespó al individuo -que usaba siempre el tuteo- cambió su faz a cabreo y puso mirada odiosa para dirigirme por medio del retrovisor central un vituperio descarnado acerca de sentirse tratado con inferioridad y supremacía, por no hablarle de tú como a un igual. ¡Y que podía bajarme si quería!
Llegados aquí, controlé en mi interior a la lista de improperios que me estaban acudiendo al pensamiento, le pedí continuar a mi domicilio e insistí en la conveniencia del AA para mi estado.
Él persistió en lo suyo, yo crucé una mirada interrogante con mi acompañante y mi hija le dijo que parase y nos bajamos. Pedimos un VTC y nos cambió el mundo.
No tocaba hoy referirme al Servicio Público del Taxi como tal, ni al entorno de ese sector tan importante y que mueve tantas contradicciones, no. Pero sí a un servidor profesional desubicado, de oficio, de país y de cultura.
A un inmigrante que no se conforma con ser admitido y considerado sujeto de las atenciones sociales como un nacional cualquiera, que abomina de la nación de acogida o aborrece integrarse en la sociedad que ha elegido para vivir mejor.
¿Qué hacen aquí, entre nosotros, algunos como este individuo, ciegos de falsa sumisión y beneficiarios de un orden social que si algo tiene de malo es no hacer valer sus cualidades de atracción dando preponderancia al lógico deber de integrar identidades, respetando nuestras reglas de convivencia?
Mala hora y gestión también la de unos gobernantes, los nuestros, que henchidos de falso buenismo, deseosos de hacer partidarios extras, aceptan fábulas y engañifas de la verdad inmigrante (esa que merece todo aquel que desea sinceramente cambiar de vida a mejor, aportando su esfuerzo y colaboración con un proyecto nacional nuevo) pero no velan ni persiguen a los vulneradores del privilegio de vivir en armonía, impidiendo su deseable integración.
¿Por qué seguir aguantando a unos y a otros?
Tienes toda la razón.En su país tienes que seguir sus normas,pero aquí las quieren imponer,y como te ha pasado en servicios publicos
ResponderEliminarNo puedo expresar con palabras elegantes lo que yo hubiera sentido en tu lugar. Desconozco cual será el límite de esta situación social, donde no puedes ni hacer valer tus derechos pues te pueden acusar de algo que jamás sentistes.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con tu comentario es increíble en un país civilizado" como creo que es el nuestro tener que consentir la adtitu
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con tu escrito, es una pena tener que soportar estas conductas tan desagradable pero por desgracia se repiten muy a menudo y no poderles decir lo que deberíamos decirles .
ResponderEliminarUn abrazo
Lástima de no haberte quedado con la matrícula y número de licencia para hacer llegar tu queja al Gremio de taxistas de Barcelona.
ResponderEliminarAnalizar la situación actual de este sector , nos llevaría tiempo.
Ha cambiado mucho, incluso diría degradado.
Deseo que te recuperes pronto.
Montse Casas
Esa actitud tan reprochable es más habitual de lo deseado. Cuando viajamos fuera de España no se nos ocurriría alterar normas ó hábitos de otros lugares, ni siquiera cuestionarlos. Cada vez queda más claro que “ser progre” no significa “progresar” .
ResponderEliminarArminda
Conducta desagradable y reprochable, con unos argumentos que no son válidos y que no debemos admitir vengan de donde vengan. Se debió tomar nota de la matricula, licencia y nombre para denunciar dicha actuación.
ResponderEliminarEs lógico tu malestar por haberte encontrado con el conductor de un servicio público que en vez de dar servicio a su cliente, pretende dar lecciones de urbanidad sobre las que no tiene ni idea, por proceder de un país extranjero. Ni sus modales ni su pretendida superioridad moral tienen justificación y es candidato a ser objeto de denuncia al Ayuntamiento o al Gremio del Taxi.
EliminarOtro tema puede ser el análisis de la inmigración en nuestro país. El aluvión de personas que huyen de su tierra por causa del hambre, la guerra, la opresión política, etc., arriesgando sus vidas en viajes terroríficos hacia el mundo occidental, y la acogida que reciben, tanto en Europa como en Norteamérica.
Queramos o no, estamos viviendo una revolución mundial que sólo ha empezado y cuyas consecuencias las padecerán nuestros hijos. No se pueden poner puertas al campo, y el único remedio posible creo que es dotar a estos pueblos de medios para su subsistencia en su propio país.
Felicidades por este nuevo árticulo
ResponderEliminarPara mí es muy simple: se trata, precisamente, de una cuestión humana. Mi padre salía del hospital, de una operación dura y de la que le costó mucho sobreponerse a los efectos de la misma, a lo largo de la tarde. Las condiciones en las que se encontraba requerían del respeto, cariño y adaptación de cualquiera, para intentar que se encontrara mejor o, cuanto menos, no fuera a peor. Y la disposición del sujeto para que la salud de mi padre, en ese momento, no empeorara, fue inexistente y más bien contraria.
ResponderEliminarSi perdemos de vista que la humanidad va por delante de cualquier otra cosa (en esta ocasión era sencillo: subir las ventanillas y poner el aire para aliviar el malestar durante una carrera de unos 18 minutos que nos hubiera costado no menos de 30€), vamos mal, muy mal.
Joaquín, no puedo estar más de acuerdo con tu escrito, ya que es un caso evidente que no era capricho el necesitar aire después de una intervención quirúrgica, pero tengo que exponer que en mi caso hace muchos años, estando embarazada de mi hija pequeña, pedí un taxi en un día de lluvia intensa y cargada con 1 bolsa. ¿Cuál fue mi sorpresa? Que al llegar a mi destino, el taxista me dijo que había charcos y que por supuesto no entraría hasta la finca, por cierto en el centro de Bcn, y me invitó a bajar del coche, a lo que le indiqué que no le pagaba. Esto demuestra que es una profesión que no todos están por hacer su trabajo de acuerdo con lo que precisa el cliente (por cierto: era español). Yo entiendo que es más lucrativo ir al Aeropuerto a la campa a esperar. Confieso que hay grandes profesionales, la pena es que nos ASOMBREN.
ResponderEliminarM.Carmen,tu relato tan bien es lamentable,Estamos perdiendo los buenos modales en su trabajo ser amables y correctos .
ResponderEliminarola
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