No voy a referirme a sacrificios humanos en honor de su correspondiente deidad, pues para eso está la historia sagrada de las religiones. Tampoco si las ofrendas eran cuerpos de animales. Dejémoslo para la historia y para la antropología.
Sí, en cambio, debo citar como sacrificio humano a las víctimas de holocaustos. También a los que han sufrido y aún padecen persecución y muerte por su pertenencia o sentimiento religioso. Todas esas vidas sacrificadas por vacuo despecho u odio desesperado.
Igualmente han sido despreciables los autores de actos de hecatombe, diezmando ejércitos vencidos por venganza o quitando la vida a colectivos y grupos de personas por profesar ideas contrarias a las suyas en lo político. Unos sacrificios humanos que aúnan repugnancia con impiedad.
Un sentido canallesco merece el exterminio de los llamados escudos humanos en las guerras y las luchas tribales, cuyo ensañamiento enardece ánimos enfrentados.
Asimismo ¿se debe asumir una inmolación a cambio del sacrificio de víctimas inocentes que nada tienen que ver con las ideas de su verdugo y cuyo letal resultado no pasa de un ruin reclamo de atención para causas fanáticas?
En ocasiones y determinados lugares aún se producen secuestros de personas con fines económicos, políticos o vengativos por despecho personal, donde la víctima, a modo de cordero indefenso es ofrecida -sacrificada- en indeseable pago de criminal asunto.
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Pero quiero traer también hoy a mi rincón algunas referencias acerca de la abnegación que algunos seres humanos han practicado en todo tiempo en favor de sus semejantes, pues eso también se conoce por sacrificio.
Sacrificarse por los demás: ¡qué bonito y qué diferente cuando es una disposición del “sacrificado” noblemente voluntaria! En ello tenemos los cristianos un principal ejemplo en la figura de Jesús de Nazaret.
Ya en lo humano, estimo al sacrificio personal como una actitud -su trabajo- de entrega y disposición, que una persona realiza desinteresadamente al dedicarse a conseguir, en beneficio de otras personas, algo imprescindible de lo que carecen para tener una vida digna.
Aprecio también como sacrificio si una persona lleva a cabo un esfuerzo extraordinario para ser mejor -ella misma- dejando de lado prebendas y gustos, adoptando el propósito con vigor y decisión de superar las seguras dificultades en conseguirlo.
En tal misión, caritativa, cabe reconocer a tantos hombres y mujeres misioneros, religiosos y seglares, repartidos por el tercer mundo y a sus asimilados integrantes de ONG’s ciertamente humanitarias que facilitan soporte personal y profesional en aras de una aceptable calidad de vida.
En estos precisos días se están dando ejemplos de sacrificio y heroísmo en Ucrania, donde sus ciudadanos aguantan -sufren- abnegadamente las consecuencias de una guerra injustificable, humillados en su condición de nacionales, sometidos al horror bélico y vilipendiados por sus invasores.
Debo incluir aquí a la ofrenda de la propia vida que, voluntaria o accidentalmente, algunos seres humanos han arriesgado para salvar la de algún semejante. ¿Cuántas veces hemos sabido de tal o cual hazaña humana de alto valor de sacrificio para salvar a personas en peligro irremediable? Sin duda, se ha tratado de un verdadero sacrificio.
Y también creo justo citar como sacrificio el de tantas madres, a lo largo de tiempos y anchura de culturas, que han brindado su vida, condicionando sus valores e intereses propios al servicio y la mejor subsistencia y desarrollo personal de sus hijos y sufriendo en demasía por sus avatares.
He reservado para este colofón plantear la “disparidad” del término sacrificio, al ser utilizado tanto para el bien como para el mal. Es como una ironía manifiesta de la incomprensión cognitiva de la especie humana. Es denominar igualmente a la víctima inmolada y al actor heroico. Es mezclar el resentimiento de unos y la generosidad de otros. ¿Será quizás que nuestra condición de seres humanos presenta confusiones insuperables?
Felicidades muy interesante y reflexivo
ResponderEliminarTu artículo me hace pensar que, tal vez deberíamos pensar en que, si entre todos consiguiéramos esforzarnos un poco más (cada cual), el sacrificio (positivo) sería menos necesario; y el sobreesfuerzo de unos pocos se convertiría en la solidaridad de unos muchos.
ResponderEliminarQue alguien llegue al extremo para aportar algo bueno sólo significa que el resto no ha llegado al mínimo de aportación; y entristece lo mismo que ilusiona. Qué mal.
Seguramente el problema es el prisma; la mirada de unos y otros. A menudo se trata de paralelas, ni siquiera de tangentes que puedan encontrarse en algún punto.
Buenas reflexiones, buenos pensamientos sobre los que volver a depositar trabajo, herramientas, ilusiones y valores para que tiempos futuros sean mejores, si cabe... si puede ser, si alguien o alguno/as pocos/as quieren sacrificarse porque otros/as muchos/as no dan el mínimo para que exista el equilibrio que haga innecesario el sobreesfuerzo.
Sin duda, el ejemplo que ofreces sobre la irresponsable y criminal guerra iniciada por Rusia y auspiciada por Putin, contra el pueblo de Ucrania, en semejanza con el conjunto de hechos acaecidos en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, con la muerte de más de sesenta millones de personas y el holocausto del pueblo judío, la ascensión y derrumbe de ideologías de tipo totalitario y la miseria desencadenada como consecuencia de este desastre, hacen pensar que todavía el género humano no ha logrado encontrar un mínimo grado de civilización que lo prevenga de nuevos cataclismos.
ResponderEliminarEs evidente que en este momento, en pleno auge de la guerra que está sufriendo el pueblo ucraniano, el sacrificio de su población es innegable, tanto a nivel personal como colectivo, y el pensamiento que primero viene a la mente es el motivo de tanto sufrimiento. Cómo todo un pueblo puede pasar de una paz sostenible, en que los problemas existentes son los habituales en cada hogar, a un estado de guerra total en que los hogares son destruidos, y la paz, el diálogo, la concordia, el pacto y la convivencia violados. Y todo ello por el fanatismo de un iluminado que se cree con derecho a matar y destruir, en aras a la mayor grandeza de su nación, llevando sus acciones a un posible enfrentamiento atómico.
Muchas cosas fallan en nuestros sistemas de gobierno, nacionales e internacionales, pero si existiera un mínimo de justicia y como aplicarla, el dictador Putin ya debería estar acusado de crímenes de guerra. Con ello se evitarían nuevos sacrificios de gente inocente.
Joaquin maravilloso escrito un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Joaquin por tan sabio razonamiento.
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