Me encanta pararme delante del escaparate de las buenas sombrererías. Enseguida, los ejemplares elegantemente expuestos me trasladan al recuerdo de un viaje, a la lectura de un libro, al sabor de un evento o al aprecio de aquella persona conocida que lo portaba.
Me identifico rápidamente con el señorío de su prestancia y el encaje perfecto con el personaje y su entorno, época y ocasión. Así que me produce un cierto recreo emocional.
Mi propósito aquí no consiste en describir al sombrero sino en dedicarle unos párrafos al interés, provecho y conveniencia de su uso y al apoyo a quiénes gustándole, por ser cohibidos o timoratos, dudan del parabién de los demás y optan por no ponerse un sombrero.
Un día, estaba esperando entrar en un comercio y se puso detrás de mi una señora no tan joven. Yo iba cubierto -como acostumbro- y la amable señora, previa disculpa por hacerlo, me dijo “Está Ud. guapo con ese sombrero, le sienta estupendamente”.
Seguro que no reaccioné del todo bien. Sí le di las gracias, naturalmente, y hasta debí añadir alguna razón por ir cubierto, a modo de reconocer lo extraño, por no habitual, de su comentario. Además de no aceptarle lo que no era disculpable. Pero me produjo un cierto regocijo, sí.
El sombrero es una prenda de vestir que, si no fundamental ni siempre necesaria, trata de ser un complemento importante para definir, conjuntamente con la ropa y el calzado -sin olvidar los prácticos guantes, si procede- la imagen más identitaria del usuario.
Me refiero al sombrero y también a las gorras, boinas, bonetes, pamelas y toda una larga nómina de objetos asimilados que a lo largo de la historia de la humanidad han protegido la cabeza y han dado un significado étnico, cultural y profesional a quiénes con ellos cubrían su chola.
En Occidente y hasta “los 30” del pasado siglo XX -tras el final de la Gran Guerra- el sombrero anduvo diariamente encima del hombre, incluidos mozalbetes, y de muchas mujeres, procurándoles distinción e identidad social; si bien otras muchas debían conformarse con usar el pañuelo.
Quiero decir, que las gentes tenían asumido que la cabeza debía ir cubierta, sobre todo en lugares públicos. Y descubrirse era un gesto de respeto y tenido por buena educación.
A vueltas de nuevos aires de modernidad y riña de estereotipos, el sombrero entró en declive y hasta hoy mismo, pese a algún tímido movimiento de recuperación, ha perdido su carácter singular en la vestimenta humana.
Incluso para oficios donde su presencia ha sido primordial, la testa descubierta se ha impuesto, restándoles naturalidad y prestigio en sus actos profesionales.
El sombrero es protector, porque facilita calor o frescura según la estación del año e impide afecciones de la piel y ampara o reduce un coscorrón. Llevarlo es un signo de elegancia y dice del portador sentir gusto por la cortesía.
También resulta útil, ya que genera autoestima al poder corregirse algunas incomodidades corporales (estatura, tono de la piel, perfil facial) O sea, ajusta mejor la identidad de la persona que lo lleva.
Además es práctico, porque disimula un mal peinado, o ayuda a no despeinarse. Complementa o equilibra un vestido, pues lo contrasta o reafirma para la ocasión.
Creo que la sociedad actual, en general y especialmente la urbana, no aprecia el uso del sombrero por identificarlo con otra época, con pasadas sensibilidades, con un concepto trasnochado de condición social, sin valorar sus cualidades.
Veo con satisfacción en estos días de buen sol un uso de sombreros (masculinos y femeninos) y de gorras playeras mayor que de costumbre.
Y también compruebo que, lamentablemente, bastantes personas se despojan de ropa corporal y pasean sin protección solar y siento por ellos y su próxima visita al dermatólogo.
Espero le haya ayudado a creer, estimado lector, en lo bueno del uso del sombrero y si la curiosidad del tema se lo pide, le remito con gusto a la auxiliadora moderna del conocimiento, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Sombrero.
Me atrevo hoy a dejar aquí un tema musical que se refiere al sombrero. Quizás les sorprenda mi deseo de añadir una pícara sonrisa a mi artículo. Juzguen si era oportuno.
Joaquín, me haces recordar una anécdota. En los años 40 mi padre era estudiante de la facultad de medicina, a la que iban todos bien trajeados, con corbata y obviamente, con sombrero. Cuando muchos años después yo entre a la facultad de ingeniería (cuando ya había dejado de usarse esa prenda), al verme salir el primer día para la U. me dijo: "¡Como. No se puede ir a la universidad sin sombrero! Cuando recuerdo esa vivencia, me imagino la cara que habrían puesto los demás estudiantes al verme llegar de sombrero.
ResponderEliminar'Joaquinazo' fresquito para un mes asfixiante de calor, entra fácil como el gazpacho y no requiere de digestión antes del chapuzón. Me ha encantado eso de seguir infundiendo valores a través de un objeto!
ResponderEliminarEl sombrero, un objeto que si se vendiera en el súper estaría en la sección de '2x1'; "lléveselo hoy, complemento perfecto y útil a la par", se ha convertido en un objeto singular que hace singulares a quien lo visten.
Leo 'sombrero' y mi mente dibuja uno de ala ancha y delicado, de esos que necesitan caja redonda y un espacio especial en el armario, arriba. Porque un sombrero se guarda arriba, eso es así.
Un fenómeno antropológico curioso; los sombreros han dejado de usarse, pero quien lo usa es admirado por el resto del grupo, porque es simplemente lógico querer salvaguardarse de la radiación asfixiante del verano o del frío invernal anestésico de orejas y porque además nos dá cierta sensación de poder, como la canción de Peret con Barcelona.
Pero no olvide Sr Ramos, que la vida se ha vuelto loca, rápida, que todo es para ayer, que la lógica va perdiendo adeptos más rápidamente de lo que quisiéramos. Pero sobretodo, que el m2 ha subido de lo lindo en estos últimos tiempos como para ocupar la parte de arriba de nuestros armarios con cajitas grandes que contienen maravillosos sombreros!! Y seamos francos, un sombrero plegable no es lo mismo, que no nos embauquen.
Sin duda el sombeero da y ha dado clase en las cabezas de la gente
ResponderEliminarEn los últimos años, te recuerdo siempre usando sombrero. Sí, sé que lo utilizas para protegerte de los rayos solares que, a nuestra edad, perjudican tanto como benefician; pero sabes llevarlo y creo que complementa tu estilo de vida: ¡ todo un señor !
ResponderEliminarComparto tu opinión respecto a la utilidad y estética de los sombreros, en general, ya que aparte del servicio que prestan protegiéndonos del calor y del frío, también aportan cierto grado de distinción a quien lo usa, aunque su utilización esté en franca decadencia.
Pasa en otras tantas prendas de vestir como por ejemplo, la corbata, el traje o la chaqueta para el género masculino, que van dejando paso a otras modas en las que lo predominante es la comodidad, que hasta puede llevar a la extravagancia. Detesto ver en gente que se supone responsable, de ambos géneros, enfundada en pantalones y chaquetas recién comprados, a los que se les ha practicado cortes y desgarros para que presenten un aspecto deplorable. Seguramente será la moda, pero da qué pensar sobre el grado de madurez de quien lo lleva.
Tu comentario referente a que en el siglo pasado era utilizado el sombrero para conferir distinción e identidad social, aparte de ser cierto, creo que también ha sido su sentencia, ya que actualmente es acusado de ser el estandarte de un estrato social clasista, ligado con el capitalismo y la jerarquía.
Mi queridísimo Joaquín, que reflexiones tan ciertas y nostálgicas, a mi no me tocó el uso del sombrero, lo he visto eventualmente y me parece una prenda muy elegante complementaria, últimamente se está empezando a usar en México, siendo aún apenas incipiente su uso, entre ambos géneros.
ResponderEliminarGracias por las notas periódicas que son una delicia !
Me estreno opinando favorablemente sobre el uso del sombrero .Encuentro muy interesante las referencias positivas y estoy a favor de su promoción.
ResponderEliminarPaqui.
Me quito el sombrero ante el nuevo artículo, por ser diferente, como el hecho de llevarlo. El sombrero me recuerda a Mary Poppins... y me produce una sonrisa y nostalgia. También lleva mi mente hasta los hermanos Marx y entonces me salen carcajadas. Willy Fog llevaba sombrero en su vuelta al mundo en 80 días, dibujos animados que siguen en mi retina. Y así un sinfín de memorables recuerdos están presentes en mi mochila vital.
ResponderEliminarPuedo decir que he llevado gorro (para el frío), gorra (como complemento 'deportivo' o para seguir la moda, vamos), sombrero (para vestir) e incluso pamela (para no destacar).
Y lo he hecho por necesidad, por adaptación, por gusto o por imperativo. Pero debo decir que, aunque me han visto y mirado como 'un bicho raro', me ha pasado como lo de ir al gimnasio: nunca me he arrepentido de ir, pero cuántas veces me he arrepentido de no hacerlo.
Llevar sombrero es la elección más auténtica que existe.
Soy fan del uso del sombrero, no sólo por razones útiles, sino porque además me gusta como complemento. Me siento cómoda y de alguna manera también distinta.
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