A menudo decir no es incómodo y hasta puede resultar ingrato, sin que pierda razón una negativa justificable. Y reiterar la negación es comprometido, determinante y llega a poder acarrear pesares.
Decir no también puede ser necesario y se precisa tener fortaleza de ánimo para hacerlo, incluso si lo requiere la obligada prudencia.
Otra cosa es negar por negar y sostener a ultranza un negacionismo. Actualmente se lleva bastante lo de ser negacionista.
Casi siempre decir sí es un SÍ, pues normalmente el sí es positivo y no suele necesitar explicaciones, salvo para quien ajeno a su origen, le puede la curiosidad de saber su porqué.
Personas y personajes (santos, políticos, científicos) de nuestra historia pasada y más recientemente se han empeñado en mantener negaciones, incluso con desmesura, que después les supusieron mordaces respuestas o duros sentimientos encontrados.
Si Ud., buen lector, se siente o practica convencido algún negacionismo rotundo, no me tenga en cuenta si acaso no coincidimos. Y si decide leerme y después desea desahogarse, deje su comentario al final. Cuenta con mi respeto sea su posición aquella que le cumpla.
Frente al llamado positivismo, tendencia o corriente filosófica que sostiene que todo conocimiento deriva de alguna forma de experiencia y se apoya en una base científica -y que asume la mayoría de la población- algunos optan por negar realidades (hechos históricos, evidencias existenciales) simplemente por rechazo de la verdad demostrada.
El negacionismo destacado de estos días, que no nuevo, es el dedicado a despreciar la vacunación contra el contagio del Covid19.
Resulta ciertamente penoso comprobar que haya personas civilizadas y presumiblemente honrosas que propagan esta contrariedad social y sean las mismas que tampoco se ponen la mascarilla. Que no les importa que sus congéneres enfermen.
Y que lo hagan con populistas manifestaciones de oposición a sanitarios, industrias farmacéuticas, autoridades, negando la probada eficacia de tantas otras anteriores y en contra de la verdad de su vital necesidad. Sea que quieren sentir notoriedad aunque su postulado vaya en contra del resto de conciudadanos.
Subsiste con fuerza también el negacionismo (aunque va perdiendo adeptos) respecto del ampliamente admitido, casi un síndrome enfermizo, del esperado Cambio Climático en nuestro planeta.
Sin duda la batalla esta a favor de combatir, para paliar o reducir lo que la naturaleza astral hará seguramente cuando toque a la Tierra producirse el ciclo cambiante correspondiente, como ya ocurrió en eras anteriores que dejaron prueba manifiesta de esos cambios.
Pero asumamos todos que retrasarlo o evitar mayores males requiere frenar el abuso de malgasto de recursos y empeñarnos en recuperar y mantener los preciosos dones de nuestra naturaleza.
También se va equilibrando y aún superando las diferencias entre evolucionistas y creacionistas respecto de las posiciones encontradas de científicos y religiosos en cuanto al origen y desarrollo evolutivo de los organismos vivos terrenales, restando virulencia al desencuentro negacionista originado en su momento.
Hay negacionistas comprensibles -aunque no se comparta su manifiesto- debidos al seguimiento de doctrinas, costumbres muy incardinadas, creencias incombustibles que provocan contrariedades físicas, psíquicas materiales, dócilmente soportadas, contra una lógica generalizada (p.e. no consentir transfusiones)
Otras negaciones son inconsistentes, no pueden sustentarse porque van claramente contra la realidad de los hechos cuestionados. Son negacionistas imposibles, es negar por negar. No querer ver ni aceptar la existencia verdadera, contrastada (p.e. de holocaustos)
Y tenemos, lamentablemente, negacionismos insolidarios que desacreditan postulados de política social. Me refiero a aquellos ciudadanos que niegan pagar impuestos y cotizaciones; que rechazan votar en las elecciones; que ningunean el patrimonio de todos. Todo ello arguyendo que su aportación no resolvería nada.
Debo concluir que la existencia de las conductas negacionistas no justificables por ir contra realidades, solo puede corregirse inculcando enseñanzas constructivas, argumentando positivamente, aclarando causas y motivos, razonando conveniencias, educando sin agravios.
Saber equilibrar el decir no, y si es importante,siempre ser negativo o no saber decir que no a algo o a alguien debe ser corregido pues en el equilibriio esta la grandeza.
ResponderEliminarHay quién tiene el NO en la boca siempre... aunque a veces (o muy a menudo) lo cambie por un SÍ en el último momento.
ResponderEliminarHay quién niega lo objetivo, lo demostrado,lo científico, lo contrastado.
Está bien dudar sobre aquello que puede ser subjetivo o depender de aspectos mayormente intangibles. Es sano. Pero igual que el color rojo es rojo, y no puede ser verde, un no es un no... y no 'puede'(debe) ser un sí.
¿Negar lo innegable? No.
¿Dudar de lo posible? Sí.
No todo es negro o blanco, pero las pruebas suelen definir de manera bastante acertada el color de las cosas y el sentido de las palabras.
A mi entender, saber decir no, sin ofender a quien te diriges, es una cualidad personal y todo un arte. La mayoría de veces que hemos de definirnos negativamente frente a una pregunta que fuerce nuestro posicionamiento personal, nos hace sentir incómodos, aunque creamos que estamos objetivamente al lado de la razón.
ResponderEliminarOtro tema es el negacionismo, tan común en nuestro entorno, que creo tiene su origen en la incapacidad de pensar, de razonar, de abrir las ideas a nuevos campos mentales no ensayados; bien por temor al futuro, a las consecuencias de un nuevo orden no previsto, a la extinción del propio universo creado interiormente; o simplemente por intereses materiales que temen pueden ser dañados, menoscabando nuestro bienestar actual.
Ya dejas en tu escrito suficientes ejemplos de incomprensibles cerrazones mentales, sustentados en diferentes medios de comunicación.
El tiempo y la razón son los mejores antídotos.
Manifestar sí o no es igualmente complicado, depende la persona o personas que tienes delante, y de tu consideración personal sobre las mismas, y tu firmeza personal sobre cuestión . Todo muy complicado.
ResponderEliminarDonde no lo es , es la expresión en redes sociales, donde crees que vas contra el resto del mundo y allí se expresan los más bajos instintos, sin una mínima pausa o reflexión, hasta el punto de defender posiciones que en el fondo no crees, es lo que tiene escupir contra una pared sin pensar que te puede observar todo el mundo. Esta realidad virtual de las redes sociales ha deformado la conciencia de la humanidad, una pena.
Yo siempre intento separar mi opinión de cara al "público “y mi opinión de cara a mi círculo más íntimo. Dentro de nuestros hogares nos sentimos libres para opinar y posicionarnos ¡faltaría más! Sin embargo, fuera de casa, en nuestro ámbito laboral, social, etc...siempre respeto al prójimo aunque confieso que me cuesta encontrar a personas con sentido común. Personas que sean capaces de decir sí ó no pero que a la vez sean conscientes de que pueda haber más opiniones de otro carácter. Caso aparte son los negacionistas; en ocasiones, da miedo escucharlos porque hacen afirmaciones que a mí en la vida se me ocurriría hacer. Pero aún así confieso que no me echo las manos a la cabeza, y siempre llego a la misma conclusión...Tiempo al tiempo
ResponderEliminar