Ir al contenido principal

¿Soledad ……?


Hace unos pocos años asistí a un curso trimestral breve pero intensivo sobre Psicología Positiva en GAUDIR (Universidad de Barcelona) donde aprendí que  hay hasta cinco tipos de Soledad: Existencial, Emocional, Positiva, Transitoria y Crónica. Pero no se asuste querido lector, no voy a trasladarle mis apuntes ni mi limitado recuerdo científico aprendido.


Voy a referirme a la “Carencia voluntaria  o involuntaria de compañía” (DRAE) y dejar para los curiosos intelectuales consulten fuentes de su gusto para conocer e indagar lo mucho que puede darles el tema elegido para mi reflexión de hoy.


Lo escojo porque el lunes de esta semana respondí a una inteligente encuesta ofrecida por 65YMAS.COM, -por cierto, dónde me honran publicando alguno de mis escritos- y ahí estaba Soledad, entre las respuestas sugeridas como opinables en su propuesta de conocer las inquietudes de los lectores de mayor edad. ¡Ah! y le invito a responderla.


Ya venía pensando hacerlo de tiempo atrás porque la Soledad está siendo repetida insistentemente a diario, no sin razón, por todos los medios de comunicación, escritos, audibles y visibles, como otra penalidad lastimosa de los contagiados y hospitalizados por el Covid-19.


Y he recordado que este verano, en la puerta de un supermercado, pude leer un anuncio municipal donde se ofrecía una ayuda por voluntarios para hacerles la compra y llevarla a casa de las personas mayores “solas” que no debían arriesgarse a salir. Magnífica iniciativa, estimé.


Esa sensación, sentimiento o estado que conocemos por Soledad, normalmente se considera algo negativo. Posiblemente la mayoría de ocasiones sea así. Es común concluir con un “tal persona se siente sola”, o “ese pobre hombre necesita compañía o entrará en depresión”, incluso “nuestro vecino ha fallecido abandonado”. La soledad, por eso, es mala.


Enseguida entendemos que algo pasa en esta sociedad humana consciente de esa fatalidad y aunque la mayoría de veces tal reacción supone congoja, no prosigue más allá del nuevo acontecimiento a comentar. Es verdad, no obstante, que existen acciones reactivas, personales y corporativas, que acuden en un auxilio continuado.


Pero también lo es que esa misma colectividad global camina a favor de aumentar su proporción de solitarios. El deseo del individualismo; la debilitación de la estructura familiar; los nuevos conceptos de solidaridad formales e instrumentales, que no tanto espontáneos y particulares, se están ocupando de su avance.


¿Y cuándo se trata de “sentirse solo”? ¿A quién no le pasa alguna vez? Esas ocasiones de duda razonable sin posible opinión de contraste; las circunstancias de peligro sin nadie cerca a quien pedir ayuda; esa prueba de examen tan necesaria de superar; el temor de tomar una decisión profesional comprometida. Ahí deberá operar nuestra fortaleza de ánimo.


Mas, también tenemos la soledad positiva. La que nos depara el deseo -quizás la necesidad- de “estar solos”. Pues hay ocasiones en que, a cada cual con su condición y circunstancia personal, le apetece disfrutar de su “soledad”. Recrearse en silencio contemplando un bello paisaje natural o quedándose quieto sorbiendo brisa y movimiento marineros sentado frente al mar. También leyendo un buen libro junto al fuego o escuchando una buena música saboreando un exquisito licor. O escapando de un barullo.





En mis años mozos tuve un compañero cuya ilusión -decía él- era convertirse en farero. Sí, vivir solo y cuidarse del funcionamiento de un faro marítimo. Era un lector empedernido y hasta fumaba en pipa cachimba. Ironías de la vida, conoció a una guapa chica, se casó y quedó incorporado a la más dura normalidad urbana.


Lo cierto para mí es que la soledad  es algo consustancial al carácter del ser humano. Que tenemos la facultad de gestionarla tanto combatiendo las de resultado negativo como tratando de disfrutar de la positiva. Eso sí, asumiendo el contrapeso, poner empeño, voluntad y aceptar ayuda.

Comentarios

  1. Como siempre acertadísimo en tus comentarios

    ResponderEliminar
  2. La soledad deberia estar prohibida, todo el mundo deberia poder disfrutar de la conpañia de alguien sobretodo cuando uno se hace mayor. Es triste ver gente envejecer sola,porque cada uno con su carácter merece compañia.

    ResponderEliminar
  3. La soledad es un buen sitio para ir de visita, pero un mal lugar para quedarse. Es necesaria y hay que saber estar en soledad. Pero es imprescindible (saber) estar en compañía también. Debería ser una elección, pero como a menudo no es así, hay que aprender para qué sirve y cuándo salir de ella.

    ResponderEliminar
  4. Extraordinaria reflexión sobre el estado casi inevitable al que estamos abocados. Hay que aprender a convertirla en positiva!

    ResponderEliminar
  5. Comparto con Laura la descripción que hace de la Soledad, brillante comentario, no se puede decir más en tan pocas palabras. Bravo.

    ResponderEliminar
  6. Muy interesante reflexión y necesaria además. Personalmente, no la he sentido hasta hoy, es más, siempre he buscado la compañía, por lo que en los viajes que he compartido con amigos y clientes de la Agencia de Viajes que durante más de veinte años he tenido la suerte de organizar, para mí ha sido un importante elemento poder disfrutar de cada país, cada paisaje, cada cultura diferente, con ellos. Se de personas que han viajado y lo hacen seguramente hoy, solos, cosa que me sería imposible. Solo un pequeño matiz, lo peor es " la soledad en compañía", que existe y deteriora día a día a quienes la sufren.
    Soledad, pes, la justa.

    ResponderEliminar
  7. El ser humano, por naturaleza, es sociable. Por este hecho, buscamos la compañía de otras personas con las cuales poder relacionarnos para exponer, compartir, comparar o confrontar nuestras ideas o actuaciones. Ahora bien, como en todos los sentimientos afectivos, la soledad es bien recibida cuando está buscada por uno mismo en determinadas circunstancias, bien para examinarnos interiormente, o bien para cambiar un entorno social que nos atenaza por exceso de actividad.
    Existe otra soledad, no deseada, que se incrementa con el paso de los años, consistente en ver desaparecer el mundo que te ha envuelto desde tu niñez, devorando recuerdos, amistades, ambientes y hasta los seres que has querido, por más que cuentes con el afecto y cariño de otras personas, incluido tu familia.

    ResponderEliminar
  8. Perfecto Joaquín, la soledad no es ni buena compañera, ni buena consejera. Lo cual no es óbice para que en determinados momentos no sean necesarios algunos momentos de sentirnos con solo nosotros, para ordenar nuestras ideas y aclararlas en algunos casos.
    El ser humano, somos un animal gregario por naturaleza.
    Abrazos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario

Entradas populares de este blog

EL secante desenfreno nacional de los precios

Leo, oigo y veo con estupor, pero sin sorpresa por reiteradas de forma cansina en los medios de comunicación, muchas noticias donde la actualidad de las dolencias económicas sociales más sensibles -sino todas- clama por tener una explicación comprensiva de la otra guerra, esta incruenta, en la que estamos siendo derrotados todos cada día un poco más. Y cito lo de otra guerra porque siempre está siendo la de Ucrania la excusa argüida para (mal) justificar los desmedidos encarecimientos de las cosas de comer, beber y toda la lista de la compra que sostiene y trata de dignificar nuestras vidas. Añado lo de nacional porque aquí no se salva nadie ni ninguna (cosa) de verse elevada a una cúspide porcentual nunca conocida en tan poco tiempo. Y, sin embargo, no es (tanto) internacional pues han debido intervenir hados en otros lares que a nosotros nos ningunean. Así, nos cuenta una gacetilla que los alimentos acumulan 25 meses seguidos de incrementos y ya son un 31,6% más caros que antes de la

Las nueces y esos ruidos nuevos

El refranero es fuente viva y popular de expresiones orales que la gente recuerda fácilmente, porque entiende sin dificultad su sentido y gusta de aplicarlas como picardía verbal intencionada. Precisamente por esa comprensibilidad y sarcasmo ha sido referencia y hasta inspiración para reconocidas obras literarias y cinematográficas, como “Mucho ruido y pocas nueces”, comedia de W. Shakespeare y su adaptación a la pantalla por Kenneth Branagh. Con ese título y sus muchas variaciones analógicas, se refieren y nominan hasta la saciedad bastantes publicaciones periódicas, novelas de diferentes géneros, coloquios y tertulias varias en nuestro idioma. Si tomamos ese refrán para dar sentido a una persona o a un valor material determinado, respecto de ser su condición de mucha importancia aparente, cuando su realidad es insustancial, estamos haciendo crítica bufa y, en ocasiones, despectiva del personaje, o el desprecio del objeto por inapropiado. También es repetido el caso de darse publicid

Obesidad y más

Muchas veces pienso si los resultados esperables de la relación entre la evolución natural, el ejercicio intelectual y la búsqueda de la excelencia personal, características del deseo humano para seguir aumentando   diferencias con el resto de seres vivientes, realmente son consecuentes   con la coherencia de una racionalidad deseable. Esas condiciones son comunes para la especie, pero la cognición, de inicio, es un enigma que se irá desarrollando como una esponja que absorbe todo lo que la observación de los sentidos le aporta, con sus vericuetos, bondades y malicias de los otros y jugarretas del destino, conformando las conductas. Si al desarrollo de nuestra especie, con avances científicos constantes que aportan soluciones a deficiencias de vida anteriores y mejoras en la calidad de la existencia con el disfrute de nuevos medios al alcance de más personas en el mundo, añadimos comportamientos, digamos un tanto prescindibles, apoyados en modas pasajeras o apreciaciones huecas, quizás