Una caritativa lectora me pidió tras leer uno de mis primeros artículos que escribiera algo sobre el respeto. Duro encargo éste si tengo en cuenta lo mucho que aprecio este vocablo, lo importante que es entre nuestros valores sociales y el infeliz derrote actual de su práctica.
Nuestra docta RAE eleva su concepto ya de primeras a la categoría de veneración y yo me someto por convicción propia con esa calificación. Y son tantas las sentencias gramaticales popularizadas con la palabra respeto, que la convierten en recurso de muchos favores y algunos requiebros entre la gente.
Considero al respeto, a ser respetuoso, a algo más que ser considerado, o educado en el trato, cumplidor con las normas obligadas o practicante de usos y costumbres debidos, sea a la historia, a la naturaleza, o bien a la religión o a la saga familiar. Tener respeto es algo superior, es un valor social excelso.
Es la estimación respetable por las personas, seres vivos en general y sus actos que los seres humanos obtienen más allá del provecho material o lustre individual. Es el noble reconocimiento que conforma una satisfacción interior.
Tener respeto por alguien es sentir admiración sincera por él y lo es también por apreciar el valor inmenso de la vida natural que nos rodea. Y esa condición humana practicada espontánea e indubitadamente, nos encumbra incluso cuando traslucimos nuestro propio respeto.
Pero la palabra respeto es utilizada también para manifestar contundencia en ideas, comportamientos, características y conductas, bien con propósito de no querer admitirse réplica o despachar una incomodidad. Piense Ud. en algunos latiguillos al uso de las relaciones interpersonales, por ejemplo: ¡cuidado, no me pierda Ud. el respeto!
Usamos también expresiones como “esto -acción determinada- me merece mucho respeto”, o la de “tiene un tamaño -u otra condición específica- de respeto”. Hasta podemos nombrar como respeto el objeto vinculado a la acción, como el coche o la espada.
Lo que no puede disfrazarse con el término respeto es el encuentro, valoración o actitud derivadas de la intimidación, el temor o el miedo. En ocasiones se ha tratado de educar desde la imposición injustificada de ideas, órdenes y creencias acudiendo a expresiones como “respeto reverencial”, “respeto obligado a la condición o estado de una persona”
Tampoco es de recibo tildar de respeto a interesados reclamos. ¿Le suena algo como “tengo mis derechos, respeta mis derechos” en boca de delincuentes probados? O cuando se solicita extemporáneamente algo por delante o por encima de los demás afectados argumentando “sean respetados mis derechos” despreciando los del resto.
Y si ponemos apellidos, si personalizamos al respeto ¿qué podemos decir del respeto al prójimo, a la infancia, a las personas mayores, a la familia, a la naturaleza, a la libertad, a las diferencias raciales y a la vida y también a nosotros mismos?
Habremos de estar de acuerdo, deseo profundamente que coincida conmigo, que deben ser conductas absolutamente necesarias, indiscutibles y beneficiosas para mantener unas relaciones interpersonales positivas.
Pues bien, hasta aquí hemos llegado y aquí estamos fallando. Nos estamos instalando, sino estamos ya acomodados, en un ambiente social poco motivador de satisfacciones colectivas y, en cambio, dilapidador de libertades individuales. Hemos establecido la cultura del “yo primero” donde había la aspiración del “yo mejor”.
En vez de la búsqueda del compromiso, de la razón y la equidad, del mérito y de la recompensa del deber cumplido, cuenta más conseguir lo que me conviene a mí y más pronto que el resto. O sea “respetar mis derechos”
Esa es la sensación que percibo cuando conozco decisiones políticas embaucadoras del bien común con intereses espurios. Cuando colectivos de todo tipo pugnan por imponerse a cualquier precio frente a los competidores.
Y donde el individuo prescinde de los demás mortales, desoye sus quejas, lastima la primacía ganada equitativamente por estos, desde la cola del bus hasta el asiento para mayores, entre otras, y se la salta para su beneficio sin importarle su merecido respeto y así desprecia al semejante.
No ayuda nada tampoco, al contrario, envilece la formación del niño, obviarle enseñanzas necesarias para una convivencia en fraternidad. Mejor será educarle al efecto con pertinentes ejemplos en la vida diaria y de esa manera conseguir seguro conductas deseables ya de adultos, hoy en franca decadencia.
He dejado para el final una referencia al respeto en su faceta de reconocimiento. Decía al empezar que para mí es un valor superior. Lo creo así porque tener respeto o reconocerlo en otra persona es admirar la obra o forma de conducta del ser humano, en su excelencia. Es sencillamente magnífico.
Pensadores y filósofos de toda época, desde Confucio, pasando, entre otros , por Rousseau, C. Marx, Dostoyevsky, Gandhi o Camus, han reverenciado la tenencia y práctica del valor social del respeto, marcando cada uno desde la concepción filosófica de su pensamiento un concepto, una actitud, siempre positivista.
Quedo de Ud., respetado lector, encantado de saberme leído.
Joaquín: Has dado en el clavo con el tema de hoy. Hace un par de años, en una entrevista pública (hablando de religión) me preguntaron: "¿Es usted practicante?" Respondí con lo primero que se me vino a la mente que fueron las palabras que le escuché hace muchos años a un cantante y poeta argentino: "Yo soy respetante". Y es que en asuntos de creencias, en un mundo cada vez más heterogéneo, debemos aprender a reconocer que las del otro, aunque nos parezcan absurdas o risibles, son creencias tan respetables como las nuestras.
ResponderEliminarComo siempre exisito texto y muy cierto, yo soy de los que piensa que sin respeto a ti mismo y a nadie no eres una buena persona..
ResponderEliminarJoaqui, estoy de acuerdo contigo, pero yo diría que ni buena , ni mala, "no eres persona".
EliminarEl respeto es un sentimiento que creo debe ser recíproco. Por lógica, respetamos a quien nos respeta. Dicho esto, creo que está a la baja desde que, progresivamente, hemos ido admitiendo en sociedad conductas que han confundido la libertad o confraternidad, con la relajación del comportamiento esperado entre personas de diferente estado o condición, sin referirme en absoluto a su riqueza.
ResponderEliminarEs vergonzante observar, por ejemplo, la conducta en nuestro propio Parlamento entre personas que nos están representando. O el debate entre uno de los dos próximos presidentes de la nación más poderosa del planeta, que invita a pensar lo cerca que estamos a una confrontación universal.
En la vida diaria, sobran los ejemplos del tuteo indiscriminado; la ausencia de reparo ante la preferencia de ancianos o lisiados por un asiento de transporte público; los espacios televisivos donde prima la ordinariez, el insulto y los bajos instintos; la pérdida consentida del respeto entre profesores y discípulos; etc.
Es necesario un cambio de actitud, y éste debemos asimilarlo desde el primero de nuestros representantes, hasta el último de los representados, sintiéndolo como ineludible.
Buen artículo y reflexión, lamentablemente es un valor que se ha ido/va perdiendo y seguramente no hayamos transmitido con la consideración que tiene a los nuestros. Para muestra la situación pandémica en la que nos encontramos..... y como bien dice ENRIC MARTI BESORA : es vergonzante la actitud de nuestros representantes políticos
ResponderEliminarAntes en los colegios desde el parvulario hasta ingreso (si no recuerdo mal) este "VALOR" era una asignatura y la llevábamos a la practica, quizá deberíamos reincorporar esta asignatura a la enseñanza actual y seguro que nuestra actitud seria más respetuosa con nuestro entorno natural y humano
RESPETO. La acción y actitud imprescindible. La palabra más necesaria. La ausencia más dolorosa. Con él, la comprensión humana. Sin él, el caos. Yo no concibo la vida sin RESPETO porque, sin él, no hay nada. Debería ser intrínseco a nuestro ser. Tendría que ser el valor más común, el de tod@s. Habría que abogar por su proliferación en todos los ámbitos, vertientes y ambientes. Seria maravilloso moverse con respeto, por respeto y para respetar. Sigo creyendo que los sueños pueden ser realidad...
ResponderEliminarPara mí es una palabra y una actitud sin la que, en realidad, no somos personas si carecemos de ella. Va ligada al hecho de venir al mundo. El respeto que esa madre tiene en el momento de ver nacer a su hijo le anima a criarlo con todo amor e intentando inculcar al bebé ese mismo respeto que debería tener hacía los demás en un futuro. Eso sí día a día y si la enseñanza es continua, esa persona tendrá ese respeto como algo intrínseco. Habrá visto tantas veces que su madre ha cedido a una persona mayor en el autobús que no le hará falta ni pensarlo, lo hará directamente. El respeto es algo que se puede poner en práctica desde la niñez, hacía uno mismo y hacía los demás.
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