Camino del Colegio de mi ciudad, cuando cursaba la Enseñanza Secundaria, solía pasar a diario por una tienda cuyo rótulo rezaba “Modas Conchita” y tras el enrejado de seguridad me gustaba pararme a mirar los cambios semanales de su escaparate. Entonces, la Moda del vestido y el calzado, más de algunos complementos, podía interesarle solo a gente enriquecida.
Recuerdo también que si me paraba alguna vez en el quiosco del paseo a mirar los tebeos de Roberto Alcazar y Pedrín, El guerrero del antifaz y Hazañas bélicas, que tanto me gustaban, solía haber cerca alguna revista con fotos muy brillantes donde rostros conocidos del cine llevaban puesto modernas ropas elegantes y mostraban un aspecto diferente al de mis conciudadanos.
Vinieron otros tiempos y con el desarrollo industrial, tecnológico, económico y la popularización de la televisión sobretodo, en las ciudades primero y en el resto del país después, se instaló el gusto por cambiar la traza tradicional en la apariencia personal y dedicar alguna atención y dinero a ir a la moda.
Sin duda, las Casas de Moda, las conocidas marcas de Alta Costura que vestían, calzaban, perfumaban a las celebridades del momento y enseñoreaban a las clases pudientes de la sociedad, generaron con sus promociones la llegada de otros emprendedores que trajeron el Prêt à Porter para deleite del ciudadano común.
En la actualidad, el acelerado cambio de costumbres y avance de preferencias en la búsqueda de satisfacciones para nuestra existencia, ha supuesto que toda la población se haya entregado a vivir a la moda. No se trata solo de la vestimenta o sus adornos y el gusto generalizado por emular costumbres nuevas de países “más avanzados” como solía decirse en ese tiempo ya pretérito. La cuestión sobrevenida e impuesta por los tiempos nos lleva a estar a la moda.
Es decir, la moda actual consiste en hacer, tener y mostrar con la imagen y actos personales todo aquello que, en moderno argot, mola mucho porque está de moda. Y es aquí donde mi reflexión pincha en hueso, incluso aceptando firmemente que también gusto en disfrutar de cosas y hechos que, sencillamente, están en boga.
Sin embargo, tengo por la Moda algo más que curiosidad y conformidad por su práctica. Me interesa mucho contemplar, en pretendido valor positivo, la adecuada relación genuina entre el estilo y condición de la persona, con su circunstancia y ocasión correspondientes, y su entronque con la moda al efecto. Y seguramente Ud. esté pensando en el fofo adagio de la mona, pero no, me gusta ir algo más allá, más auténtico, a la dignidad debida.
No voy a extenderme en juicios ni ejemplos, porque pese a ser decididamente impersonales y fuera de todo propósito de afear a persona alguna, mi llamada a la reflexión de hoy es la de utilizar la moda como un bien que engrandezca, cuide, realce las cualidades personales según precisamente aquellas que beneficien no solo la percepción propia, sino la que mejor merezca esa persona respecto de su entorno, ambiente y expectativa. Y con ello, obviar todo presumible riesgo de impertinencia inmerecida.
Me libren los dioses de aconsejar modas, incluso usos habituales nuestros y menos aún costumbres de otros, solo desearía que Ud., mi querido lector, perciba que con su imagen y sus actos forma parte de un conjunto social que también desea sentirse a la moda y producen juntos sensaciones y disfrutes que deben ser compatibles.
Quizás en aras del protocolo, el ceremonial, el recato debido por el homenaje, vistosidad del acto, compromiso profesional o social en suma, el algunas ocasiones deba sacrificarse ir a la moda como desearía y tenga que acudir con prendas regladas para la ocasión y participar abiertamente en el evento; tómeselo entonces como un servicio a los seguros valores sociales que encierra su asistencia y siéntase protagonista respetado.
Por cierto, déjeme acabar recordando un principio fundamental para la imagen personal: el estilo y la personalidad individuales están por encima de la moda colectiva. Cualquier “envoltura” que aplique a su cuerpo prolongará su imagen externa y procurar una aproximación a su cualidad interna. Y viva la moda con naturalidad.
👌👏👏
ResponderEliminarUn tema que mueve montañas, antes eran sólo las féminas ...
EliminarLo que alguien llamó "La hoguera de las vanidades "
ResponderEliminarEstupendo texto!
Lo de los blogs se puso de moda hace ya un tiempo. Pero lo que no es 'una moda' y por lo tanto no puede 'pasar de moda' es el hecho de escribir y expresarse. Ahora lo haces mediante lo digital pero antes fue a través de la pluma y el papel. Quizá no con tanta determinación pero siempre por decisión propia. Así que, 'esté o no de moda' y sea por el canal, soporte o vía que sea: continúa con tu 'moda' de escribir y sobretodo ¡compartirlo! Gracias.
ResponderEliminarLa moda nos ha ido invadiendo como elemento de nuestro vivir diario, al tiempo que hemos ido evolucionando, sobretodo social y económicamente. Ese fenómeno no tiene que hacernos perder nuestra esencia y personalidad, pues correremos el riesgo de aparecer como adefesios o personajes disfrazados, que nos ocultan realmente.
ResponderEliminarLos que llevamos a cuestas muchos años, hemos sido testigos de los cambios introducidos, tanto en el vestir, como en la manera de hablar y comportarse de nuestra sociedad en general. Salvo las familias con "posibles", en mi juventud, sólo disponíamos de dos vestidos: el de verano y el de invierno con sus aderezos complementarios. Gracias a la mejora del nivel de vida, hemos ganado en este aspecto, que cada cual adapta a su bolsillo y a su manera de presentarse ante la sociedad. Esto es extensivo y va parejo con su vocabulario y con el ambiente en el que habitualmente frecuentamos. Creo que no dejamos de valernos de la moda, en todos los sentidos, como fiel escaparate de nosotros mismos.
ResponderEliminarLo deja muy claro en su último párrafo el estilo y la personalidad individual está por encima de las modas,y más con dice Enric los que llevamos años a cuestas y hemos abandonado el mundo profesional.
ResponderEliminarComo persona ya de unos años, siempre me ha gustado estar al día en todo, en el vestir y el peinado y avanzar tratando de adaptarme a los vertiginosos cambios sociales, aceptando algunas situaciones que en mi juventud no todas las personas veían adecuadas. Eso sí, siempre ponderé internamente que el cambio adoptado mereciese la pena, no porque sí solamente.
ResponderEliminarTanto en el colegio primero y después en el trabajo hasta jubilarme, siempre llevé uniforme. Ahora muchos jóvenes no quieren los uniformes porque dicen alinean y coartan la libertad de cada cual en el vestir y, en cambio, no les importa ir todos vestidos igual, o llevar el cabello cortado o peinado del mismo modo, o ponerse tatuajes, etc.
Entiendo que cada uno quiera ir como le guste, pero esas formas de ir y hacer, son otra manera de ir uniformados.
Yo digo si a la moda y no renuncio adaptarla a mi personalidad y gusto.
Recientemente leí un comentario de un empresario de moda de ropa, que comparto :
ResponderEliminar"La moda pasó de ser un medio de expresión a una industria de usar y tirar".
Bon estiu a tothom.