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¿En qué le puedo ayudar?

Bonita pregunta que sin duda actualmente se prodiga y agradece escuchar cuando tantas personas dispuestas a atendernos en algún servicio, desde negocios locales hasta multinacionales, se nos  dirigen con sonrisa incluida las más de las veces, y en casi todas ocasiones. El resultado suele ser, medie negocio mercantil o no, de feliz recordatorio.


En la calle de enfrente, existen otros sitios pequeños o no, de atención personal reducida algunos y otros de atención social masiva, generalmente públicos, más los de entretenimiento de colectivos, donde muchas veces las relaciones humanas tropiezan con el comedimiento.


Ese lugar, ese centro de encuentro donde todos debemos acudir de vez en cuando, sea sanitario, fiscal, administrativo, deportivo, ferial, sea nacional, regional o local, donde la población debe resolver sus  gustos, necesidades y obligaciones de convivencia social, en ocasiones se convierte en incómodo escenario. 


La impaciencia de la espera, la inquietud del trámite, el desconocimiento de los procedimientos, la frecuente frialdad  de algunos  empleados, el habitual disgusto si el resultado es desfavorable, provocan tensiones que llegan al grito, al insulto, la amenaza, la agresión, incluso. Se produce entonces una fatal confusión de sinrazones; impera el egoísmo y a veces lo irracional.



Tengo dicho en privado que nuestra sociedad está algo enferma y me planteo que si las enfermedades del cuerpo tienen cada vez mejores soluciones de curación ¿no será posible aplicarnos a ir curándonos las enfermedades del espíritu? ¿o es esto irreversible? 


Bien está que procuremos por la flora y la fauna terrenales y nos preocupe el cambio climático y hasta deseemos paliar las carencias de nuestros semejantes de otras latitudes y culturas. Pero ¿y nuestra salud social particular?


Sin doctrinas ni partidismos, convendría que progenitores, educadores, servidores públicos, aúnen voluntades y dediquen esfuerzos para que infantes y adolescentes usen las normas básicas de buena convivencia, el respeto, la educación y resto de valores que conforman el espíritu del ser humano y su comunión, y que algunos mayores olvidan.

Comentarios

  1. Nadie nos enseña a gestionar las emociones... y pocos nos ayudan a instruir al espíritu. Sólo algunos nos muestran que el ser humano es el único que consigue sobrevivir a todo y a todas las especies (al menos de momento) y que por ser los 'de la razón', a menudo, la perdemos por olvidar que el de enfrente, al lado, atrás, arriba o abajo, es otro ser humano como nosotros mismos.

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