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Ahora que soy (más) mayor

A los niños, en mi infancia, las personas mayores, nuestros tíos, los amigos de nuestros padres que venían de visita o nos veíamos durante el paseo, de vez en cuando, incluso repetidas veces, con ese algo impostado acento para simpatizar tenernos en cuenta al tiempo de practicarnos una estudiada carantoña al uso de la época, se nos preguntaba: ¿y tú muchachote, cuando seas mayor, que querrás ser? Nosotros, casi todos, ya teníamos a temprana edad algún héroe de tebeo, o algún personaje de la vida real en quien imaginar emularnos y, por descarte, siempre quedaba la opción de aspirar a ser bombero, además de, naturalmente, elegir como importante alternativa: yo, como mi papá.

Hace tiempo que me pasó la edad de preguntar eso mismo a los niños de mis amigos y parientes, pero lo hice, claro que si, y compruebo a menudo que se sigue preguntando todavía hoy, un par de generaciones después. Y se practica en todas partes y en diferentes culturas, que yo mismo he podido comprobar. Pues algo debe suponer tal costumbre, tan generalmente aceptada. Debe ser ese compartido deseo de congraciarnos entre grandes y chicos, unos cayendo bien y los menudos sentirse importantes a futuro.

Seguramente la mayoría de los encuestados, si excluyo los que irremediablemente eligieron el oficio de papá, no llegaron -llegarán- a ser lo que en su infancia imaginaron y hasta se pregunten alguna vez, si es que recuerdan aquel deseo, cómo habría resultado si efectivamente se hubiera cumplido. Pues el devenir de la vida, o sea el entorno social, las influencias sobrevenidas, el progreso familiar, las nuevas profesiones, en suma, la nueva realidad del infante hecho persona mayor que decide lo que puede hacer por si, para tratar de ser aquello en lo que ahora sí cree pueda resolver su objetivo profesional más determinante y está convencido va a depararle las satisfacciones deseadas. En mi caso me fue bien, conseguí metas imprevistas, no recuerdo qué deseaba ser y, sin embargo, me favoreció lo que vino.

Y ahora que soy MÁS Mayor. Sí, porque hasta no hace mucho en que los mayores hemos sido jubilados, experimentados (expertos  son los otros), alguno emérito y unos pocos sabios y ya aún digo ancianos, términos culturales todos de gratísima aplicación, en estos días de pandemia de nuestros dolores -todos los sufridos- lo de ser MAYOR corre algún peligro pues, de la estima, valoración y aprecio tenidos en las generaciones humanas todas y no tan lejanas, parece haberse instalado en alguna (in)consciencia socio-política a la moda que ser Mayor requiere condiciones especiales y su carencia, aunque parcial o corregible, cuestiona la conveniencia de seguir siéndolo; y le han puesto edad y todo. O sea, éstos somos, los hay ya, más mayores.

Creo se entiende donde quiero llegar y no entraré en estimaciones puristas, ni en reivindicaciones que, pudiendo ser justas, serían materialistas. Me interesa mejor dejar aquí algún desahogo menor, poner en clave de cariñosa ironía lo que me gustaría ser de más mayor.

Digo yo que estaría bien seguir siendo Pensionista (de vejez) para subsistir dignamente; Paciente esporádico del Sistema de Salud; algo Rentista de mis ahorros detraídos en su día de los ingresos salariales; ser Apoyo de las necesidades de la familia; recibir cariños de mis descendientes; tener aprecio de mis amigos; optar a seguir Participando de tantos adelantos científicos que  complementen mis experiencias pasadas; sentirme Útil para quien me necesite y valore lo que le aporte; conocer a más personas y actualizar relaciones pasadas; experimentar nuevas alegrías y rememorar las propias. Es decir, seguir disfrutando de la vida.

Ni más ni menos, que me dejen ser MÁS MAYOR.

Comentarios

  1. Me ha parecido de una gran ternura y de un profundo sentimiento. Como ya me encuentro encima de iniciar este último tercio vital, me reconozco en tus pensamientos plasmados
    Ánimo Joaquín continúa.

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  2. Sabias y esclarecedoras palabras. Y siempre queriendo continuar aportando, aprendiendo pero también enseñando. Gracias por todo ello! ❤️

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