Ir al contenido principal

El Deber/Los deberes


Querido lector: vuelvo, o quizás sigo, con mi convicción en los valores y su decidida influencia positiva en las conductas sociales.


En esta ocasión quiero ocuparme del deber. Vivimos en una época -ya lo he comentado en algún artículo anterior- donde los derechos, su mención y el deseo de su ejercicio, están presentes en variedad y frecuencia de situaciones interpersonales contrapuestas.


Resulta bastante corriente que los considerados derechos sean la expresión de autodefensa frente al rechazo del cumplimiento de obligaciones, personales o comunitarias. A veces, hasta quieren oponerse a compromisos contractuales adquiridos que, sin valorar por qué, han devenido en una situación inconveniente.


Cito derechos y deseo referirme a deberes. Lo hago porque a menudo aquéllos se consideran antónimos de obligaciones y éstas pueden confundirse con deberes al considerarse sinónimos. Y resulta fácil y habitual intercambiar estos vocablos sin provocar confusión en los interlocutores. 

Y es que, unas -las obligaciones- y otros -los deberes- son ambos actos de la voluntad humana. La diferencia está en que las obligaciones, generalmente, nacen de la ley que condiciona una acción personal o material al cumplimiento de un compromiso por parte del obligado, o de la decisión voluntaria individual de hacer, o dejar de hacer, alguna cosa. Pero el deber es algo más trascendente.


Es el deber (no confundir aquí con adeudar) igualmente un acto de voluntad, aunque en su caso la disposición de cumplir el propósito es sublime y hasta puede convertirlo en excelso. 


Creo que la persona que se propone llevar a cabo un deber solo piensa en el buen fin íntimo para sí, fruto de una devoción, entrega o ilusión humanas por encima de los bienes materiales y de las pleitesías personales. Es la búsqueda de la satisfacción más alta sin ponerle precio al valor o sacrificio que le suponga.


Claro que en la vida de algunas personas y en la historia de nuestra especie se han dado situaciones extraordinarias, contrastadas e imaginadas, fruto de esa búsqueda suprema con el cumplimiento de un deber. Tales personajes son jalones que a imagen de hitos vienen conformando pasajes de historia y leyenda para con el conocimiento y el entretenimiento.


El fin, sea sagrado, militar, patriótico, reverencial, causal, hacia determinadas personas e instituciones, que el individuo que ha sentido el deseo de llevar a cabo su “deber”, haya asumido decidida y hasta de manera poco razonable para muchos de sus congéneres, puede transformarse en ejemplo vigorizante de lo conseguido para la colectividad.


Hay otros deberes, efectivamente, deberes más concretos, formales y de general observación. Por ejemplo, venimos a llamar entre nosotros deberes a las tareas para hacer en casa que mandan los profesores a sus alumnos.  


Tenemos asimismo recogido en nuestro Código Penal el delito de omisión del deber de socorro que penaliza a quien no auxilia al accidentado. Este es un ejemplo en que el término deber adquiere su mayor relevancia frente a la obligación moral voluntaria del auxilio. El legislador ha decidido castigar el “no hacer”  a lo más ejemplarizante entre humanos.


Y podemos también asociar el concepto deber a otros valores como el respeto, la disciplina o la fraternidad, como se cita en la Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre. Señalar también el deber social del ejercicio del sufragio electoral, el deber paterno-filial  y el del cumplimento de las leyes en general. 



Deberes todos y me dejo otros que no es necesario añadir por sabidos -más que obligaciones, insisto- que debieran  tenerse en el pensamiento cada vez que nos viene el deseo de reivindicar nuestros Derechos, que también los tenemos y muchas veces hacen huérfanos a los muy consecuentes Deberes. 








Comentarios

  1. En la escuela, el instituto e incluso, de algún modo en la universidad, el profesorado tendría a mandarnos 'deberes' a realizar en casa.
    Podías tomarlo como una obligación. (De hecho lo era, a menudo, porque sino te restaban puntos o te podían 'catear'.
    Pero también podías tomarlo como algo voluntario; una propuesta que te ayudará a mejorar, perfilar, confirmar, reforzar, evolucionar un poco más en el conocimiento adquirido en clase.
    Al final, el deber o los deberes son VALORES que uno puede hacerse propios, si ha tenido la suerte de que alguien se los proponga o imponga (si te cuesta aceptar que necesitas hacer algo más de lo que sabes para ser.un poco mejor en cualesquiera de las cosas que te propongas).
    El deber es voluntad. La voluntad es un valor. Los valores lo mueven todo.

    ResponderEliminar
  2. Muy reflexivo asi como cierto, a veces la gente solo dice " tener derecho" pero y el deber, a caso no debes cumplir tus deberes sean los que sean

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Interpreto que el deber es un concepto moral que nos imponemos a nosotros mismos, en conciencia con nuestra idea de comportamiento ideal ante la sociedad en la que estamos inmersos.
      No es una obligación, por no ser punible la ausencia de su práctica, aunque sí resta valor moral y cívico a quien no lo cumple.
      Creo que siempre ha de existir una estrecha relación en cada individuo entre sus derechos, deberes y obligaciones.

      Eliminar
  3. Reflexiones muy acertadas y que yo complementaria con la educacion y ejemplo recibidos de nuestros "mayores", aunque entra en juego la apreciación personal que uno puede tener de lo que son deberes fundamentales para con la sociedad y para con los conocidos, amigos, familiares en particular. Hoy en día oímos grandilocuentes discursos sobre derechos y claro esta que los tenemos, pero como en la libertad decimos que nuestro espacio termina cuando empieza el del otro, veo un paralelismo entre deberes y derechos.
    Y no me enrollo más. Hasta siempre.
    Anna Espaulella

    ResponderEliminar
  4. Un poco tarde pero decir que estoy conforme con este nuevo escrito. Considero que Derechos y Deberes no pueden existir el uno sin el otro, cosa que a veces tendemos a obviar al solicitar los derechos que sabemos o creemos que merecemos, sin tener en cuenta, a cambio, los deberes que ello conlleva. Ahí es dónde aparece nuestra parte egoísta, esa que llevamos dentro. Creo que, antes de solicitar o pedir derechos que estamos seguros de merecer, debemos cumplir también con nuestros deberes. También estoy segura de que la mayoría lo practica. Excelente. Mary Carmen

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario

Entradas populares de este blog

¡Ayuda!

Nunca hasta ahora, o así quiero creer, se ha usado tanto esta significativa palabra. Bonita también, por lo que representa como mensaje y recurso humanitarios. Debilidad, en búsqueda de reparar una necesidad con una altruista solución.   Ayudar es cooperar y es socorrer. Prestar ayuda es dar amparo por algo o para alguien necesitado de ser asistido. La ayuda que yo priorizo es aquella que se presta para aliviar al que no le responden sus esperanzas. Y pedir ayuda pudiera ser gastar la última prueba de un pundonor; el recurso final a restituir una carencia vital sobrevenida, una salida a la desesperación. En tiempos que ahora corren veloces, todo que los días duran lo mismo de siempre, lo de pedir ayuda se ha pluralizado y banalizado hasta el extremo de ser considerado como un recurso imprescindible de mejor sobrevivencia. Pienso, para disfrazar la capacidad de hacerlo naturalmente. Sí, porque el común actor humano de esta moderna sociedad aspirante al disfrute de una vida intensa y...

Costumbres

Bonito vocablo, potente, emotivo, legítimo, recurrente y de remate. Y, como no, ambivalente, o sea, humanístico.   Algo que se califique así engrandece al tiempo, estimado en todos sus momentos. Una opción para resolver, para justificar y para comprender. Una referencia para culminar una voluntad alejada de argumentos subjetivos enfrentados. Un poder disuasorio. La Costumbre tiene -merece, si se me permite- nombre “propio”. Porque no hay una costumbre que no se corresponda con “algo” que le otorga primacía verbal sobre el común destino de su recurso. Tiene un valor permanente, no se agota ni se sustituye; puede obviarse y hasta no considerarse, pero queda ahí para el siguiente episodio. O no conviene ahora, pero mantiene su importancia.   Para el Derecho es “fuente” de interpretación y, en ocasiones, de aplicación, cuando la ley, el reglamento, la norma escrita, no tienen o pueden dar respuesta asimilable por la ausencia formalizada de las relaciones discutibles. Y faculta la ...

El resurgir del uniforme

Tenemos al uniforme como una vestimenta, un traje peculiar , dice nuestra Academia de la Lengua. Y se describe -a mi me gusta más- en Wikipedia, como un conjunto estandarizado de ropa .  Ambas fuentes, a su modo, coinciden en su uso y destino de individuos, digamos, colegiados , pertenecientes a una misma profesión o clase. El origen de los uniformes es ancestral, de tradición remota, de civilizaciones ya organizadas que precisaban hacerse distinguir en la batalla con los ejércitos enemigos. A los niños, la mayoría, de siempre, la vestimenta militar ha supuesto un atractivo especial. ¿Quién no ha tenido, o deseado tener, su pequeña colección de soldaditos de plomo? ¿Quién no ha jugado en la calle a desfilar? Las visitas al museo; las jornadas de puertas abiertas de cuarteles militares, policiales y de bomberos; la presencia en las paradas y desfiles, han sido a menudo eventos de señalada asistencia familiar, con la influencia de los vistosos e imponentes uniformes y su despliegue. ...